¡Jodidos, pero contentos!
“No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el
Rey.” El Rey, canción de José Alfredo Jiménez.
El más reciente Índice para una Vida Mejor de la OCDE,
consultable en la página de la organización, apunta que los mexicanos como país
nos ubicamos en el décimo lugar de los treinta y seis que la conforman en
cuanto a satisfacción ante la vida. La felicidad, dice el filósofo estoico
Epicteto en su “Enchiridion”, consiste no en desear que sucedan las cosas como
queremos, sino en quererlas como suceden, apotegma que puede dar tranquilidad
al espíritu (cualquier cosa que esto signifique), pero que, opinan otros apunta
a un conformismo que permite tolerar las peores situaciones en aras de la
apatía, que en términos estoicos es la ausencia de dolor. En contrapartida el
filósofo Pepito, el de los chistes, cuando la maestra en clase de Zoología
explica que la hiena es un animal que vive apartado, que se alimenta de
carroña, que copula una vez al año y que es portador de infinidad de parásitos,
pregunta “¿Entonces, no entiendo de que se ríe?”.
En el estudio de la OCDE los mexicanos dijimos en una
escala del 1 al 10 calificar con un 8.5 la satisfacción ante la vida, por tener
en un día normal más motivos de felicidad que experiencias negativas. La
calificación resulta muy significativa, más aún cuando se desglosan los once
rubros estimados por el estudio y las correspondientes calificaciones de
acuerdo con los satisfactores que ofrece el país.
En seguridad la puntuación fue 0.0
lugar 36
En ingresos la puntuación fue 0.6
lugar 34
En educación la puntuación fue 0.7 lugar
36
En comunidad la puntuación fue 1.2 lugar 35
En balance vida-trabajo fue 2.9 lugar 35
En empleo la puntuación fue 3.9 lugar
35
En vivienda la puntuación fue 4.1 lugar
27
En salud la puntuación fue 5.3 lugar 33
En medio ambiente fue 5.3 lugar 31
En compromiso cívico fue 5.4 lugar 19, y
En satisfacción ante la vida 8.5 lugar
10.
Debe señalarse que solo el rubro de “satisfacción ante
la vida” apela a criterios subjetivos y que en todos los demás la Organización
toma indicadores comparativos entre sus miembros. En materia de ingresos, por
ejemplo, el ingreso disponible de una familia mexicana, elevado al año, es menos
del 50% del promedio de los demás países. La desigualdad imperante en la
sociedad mexicana, que tiene algunos de los más ricos empresarios del mundo en
tanto que sobrelleva la carga de más de 50 millones de mexicanos en pobreza
extrema. En materia de seguridad la calificación de 0.0 refleja el índice de
hechos delictuosos o antisociales que se cometen, el porcentaje que se
denuncian y los que finalmente se resuelven con una sentencia condenatoria de
un juez penal, contrastando con la más alta estimación compartida por Japón,
Polonia y Canadá. En materia de educación solo el el 36 por ciento de los
mexicanos entre 25 y 64 años acredita la educación secundaria mientras el
promedio en la OCDE es del 74%. La expectativa de vida que en México es de 74
años se encuentra 6 por debajo de los 80 que es el promedio de los países en la
organización, y así por el estilo en cada uno de los nueve rubros en que nos
encontramos por debajo del promedio.
Ante los resultados surge por supuesto la reflexión y
las preguntas. Dados los resultados que nos colocan en una situación
generalizada de inferioridad ante los demás países que integran esa
organización, dados los indicadores objetivos que muestran que no obstante la
propaganda gubernamental las condiciones de vida en México son muy pobres en
relación con otros países con aspectos comparativos similares, dados los
elementos que nos permiten sin género de duda que hemos perdido mucho tiempo y
mucho dinero en corrupción, ineficiencia, impunidad, etc., ¿Por qué hay una
expresión generalizada de satisfacción ante la vida?
Sin ánimo de incurrir en terrenos de las ciencias
sociales, menos aún de la psicología, de la etnología y aún de las religiones,
me atrevo a formular con cierta irresponsabilidad, sin duda, pero con el mejor
de los ánimos algunas posibles respuestas a la paradoja que apunta el estudio
de la OCDE.
La hipótesis “Pichas” conocida también como “si corres
es peor” o reformulada “si te quejas es peor”. Al parecer el origen de esta
hipótesis se remonta a una incursión en una finca ganadera de toros de lidia,
de un grupo de adolescentes envalentonados por la afición (hay quien afirma que
no sólo a la tauromaquia sino a algún líquido espirituoso), y que al cruzar
imprudentemente un potrero fueron embestidos por una vaquilla, los otros más
veloces dejaron atrás al “Pichas” que al ver que se acercaba el burel les
gritaba “no corran que es peor”.
La hipótesis “aguanta callado” atribuida a un
descendiente de Eric el Rojo, proto-descubridor de América, avecindado en el
populoso barrio de Guadalupe en Aguascalientes, forjador de juventudes,
implacable combatiente de la mediocridad, apasionado defensor de la justicia,
que como lema enarbola su divisa. Ante la pregunta ¿Cómo te encuentras?
Contesta invariablemente “Aguantando callado”, algunos muestreos de
investigadores reconocidos apuntan sin embargo, que no siempre aguanta y pocas
veces permanece callado.
La tercera hipótesis es la denominada “Peor me la
esperaba” o hipótesis “saltamontes”, “chapulina” o “teocaltichense”, que según
concienzudos análisis del comportamiento de la población de los Altos de
Jalisco, investigación en que incluso se ha llegado a desmenuzar los
haplogrupos de las diversas migraciones que fueron conformando la población
alteña, y en las que ha sido necesario recurrir a técnicas de estudios de
realidades metafísicas, se ha logrado conocer que después de las difíciles
condiciones de vida de sus poblaciones, al morir y llegar al Infierno, no todos
se entiende, más de alguno ha preguntado “¿A qué horas empiezan los tormentos?”
“Ya empezaron” contesta el diablo gerente de turno y remata el sufrido alteño
“¿Ya?...¡Peor me la esperaba!”.
Y finalmente hay quien apunta la hipótesis Cruz Azul
que se formula científicamente así: “podemos aguantar unas décadas mas”…
Bioquímica o anímica, aprendida o connatural, originada en la paciencia ancestral de
nuestra raíz indígena o en la molicie de la que nos llegara del andaluz o en la
resignación del castellano, el hecho es que ante la realidad desastrosa el
conformismo es la peor respuesta.
Hace falta, decía Luis Echeverría, un cambio de
mentalidad.
correo-e: bullidero@outlook.com
Comentarios
Publicar un comentario