LECCIONES DE CIVISMO PARA UN MEXICANO, AUNQUE SEA PRESIDENTE
Civismo
ante
todo es una actitud que
deberían observar todos aquellos ciudadanos de una comunidad y que
consiste en el cumplimiento de las obligaciones que se presentan para
con la comunidad a la cual pertenece.
El
civismo supone la observación de
unas pautas mínimas de comportamiento social que
son las que permitirán que los seres humanos podamos
vivir en colectividad.
Las bases que propone esta conducta social son el respeto haciacia
el prójimo, hacia el entorno natural, los objetos y las
instituciones públicas, la buena buena educación, la urbanidad y la
cortesía.
La
Cartilla Moral de Alfonso Reyes, que ahora el gobierno de la
república divulgará a través de las iglesias evangélicas (¡Qué
curioso!), es en buena medida ramillete lecciones simplificadas y
accesibles de civismo, que no basta con repartir, ni ordenar
repartir, sino asimilar y poner en práctica. Transcribo dos párrafos
ricos en su concepción de la sociedad y de la ley: Mi
respeto a la sociedad, y el de cada uno de sus miembros para los
demás, es lo que hace posible la convivencia de los seres humanos.
El problema de la política es lograr que esta convivencia sea lo más
justa y feliz, tanto dentro de cada agrupamiento y cada nación como
entre unas y otras naciones. Las naciones, en su conducta de unas
para con las otras, pueden imaginarse como unas personas más amplias
que las humanas, pero que debieran gobernarse conforme a iguales
principios de bien y de justicia.
La
forma misma del Estado, la Constitución, que es la ley de todas las
demás leyes, se considera como emanación de la voluntad del pueblo
en la doctrina democrática. Está previsto en este código
fundamental el medio para modificarlo de acuerdo con el deseo del
pueblo, expresado a través de sus representantes. Cuando el gobierno
(que no es lo mismo que la ley) comienza a contravenir las leyes, o a
desoír los anhelos de reforma que el pueblo expresa, sobrevienen las
revoluciones.
Quizás
uno de los libros que me mas me gustó y que leí y releí hasta casi
deshojarlo fue “Un paso hacia arriba” de Bernardo Zepeda Sahagún,
Civismo para 5° y 6° año de primaria, de donde seguramente
surgieron mis primeras inquietudes que culminarían en mi formación
como ciudadano. Ya Tocqueville en su Democracia en América insistía
en la distinción entre individuo y ciudadano y la necesidad de
preparar a todos los individuos para que fueran buenos ciudadanos,
útiles, respetuosos, solidarios, comprometidos con el bien común.
La formación cívica es la base de una ciudadanía responsable y el
civismo nos da elementos para la comprensión de la vida social, del
respetuo mutuo, del respeto a la ley y a las instituciones que de
ella emanan. El sentimiento civil, el civismo – dice José
Ingenieros en Las Fuerzas Morales – tiene un fondo moral, en que se
funden anhelos de espíritus y ritmos de corazones, y Renán lo
define como temple uniforme para el esfuerzo y homogénea disposición
para el sacrificio.
Me
dicen que ahora no se enseña Civismo en la escuela, pero entonces
¿qué se enseña? Los jóvenes que me llegan a la universidad no
saben leer. Es decir, reconocen las letras y las palabras, pero no
comprenden las ideas. Leen un texto, dos cuartillas digamos, y son
incapaces de repetir las ideas, ordenarlas y clasificarlas. No pueden
hacer inferencias sencillas y la lógica transitiva les es totalmente
ajena. No es ocioso, creo, repetir algunos de los fundamentos del
civismo, por si acaso, algún despistado y joven lector se encuentra
con estas letras, o por si algún presidente de la república, en vez
de entrenar besibol, se le ocurre leer algo de lo que sobre él o
para él se escribe.
México
que por cierto no es México, sino Estados Unidos Mexicanos, es una
república, democrática, representativa y federal. República porque
el pueblo toma parte directa o indirectamente en la toma de
decisiones políticas del país y de los estados que lo conforma.
Directa en la medida que ejerce su derecho al voto y con el sufragio
directo se eligen los principales cargos del poder ejecutivo y los
del legislativo, de manera indirecta a través de sus representantes
en el Congreso que, teóricamente, llevan la voluntad de sus
electores para la aprobación de las leyes, sus enmiendas y su
derogación o abrogación. Federal en tanto que agrupa entidades que
son soberanas, que tienen sus propios órganos de gobierno y
representación y que se han unido en una federación que es la
república mexicana.
El
estado mexicano es una entidad jurídica y política que está
integrada por tres elementos, la población, el territorio y el
gobierno. Por eso es ridículo que se hable de políticas de estado,
salvo que estemos refiriéndonos a las decisiones políticas
fundamentales, las que arriba mencionamos.
El
gobierno, aquí viene lo bueno, se deposita para su ejercicio en tres
poderes. No en uno, ni en dos, ¡en tres!. No sólo el ejecutivo es
gobierno, lo es también el legislativo y lo es también el judicial.
El ejecutivo para su ejercicio se deposita en una sola persona y es
el mandatario, el que recibe las órdenes del pueblo y de los otros
dos poderes. El ejecutivo no le puede ordenar al legislativo, éste
es soberano, representa al pueblo. El presidente no representa al
pueblo, es electo por él, y tiene la representación simbólicamente
del gobierno y del país. El legislativo le ordena al ejecutivo a
través de las leyes y decretos, y el presidente no tiene mas remedio
que obedecer. El presidente no le puede ordenar a la Suprema Corte de
Justicia, ni al Consejo de la Judicatura, ni siquiera a un juez, y en
cambio las resoluciones de la Corte obligan en materia de
interpretación constitucional a todas las autoridades.
Los
órganos constitucionales autónomos tampoco están sujetos al
Presidente. Ni el Banco de México, ni el INE, ni la CNDH, ni los
otros mas previstos en la Constitución.
Antes
de que se siga atropellando el estado de derecho, las instituciones
del país, los poderes y las funciones del estado. Antes de amor y
paz, me canso ganso o lo que diga mi dedito. Civismo, civismo
elemental.
El
presidente anunció que enviará una carta a la Corte recriminando la
concesión de una suspensión de amparo.
¡Qué
ignorancia! ¡Qué desatino! ¡Qué despropósito! ¡Que peligroso
signo de autoritarismo! ¡A un paso de la autocracia!.
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