MANUAL DE INQUISIDORES


De la Tortura
Se da tormento al reo para apremiarle a la confesión de sus delitos. Las reglas que se han de observar para poner a cuestión de tormento son las siguientes.
Se da tormento, lo primero, al reo que varía en las circunstancias, negando el hecho principal. Lo segundo, al que estando notado de herege, y siendo pública esta nota, tiene contra sí, aunque no sea mas que un testigo que declare que le oyó ó vió decir ó hacer algo contra la fé, porque en tal caso este testigo sólo con la mala nota del reo son dos indicios que fundan semi-plena probanza, y bastan para ponerle a cuestión de tormento. Lo tercero, aun cuando no haya testigo ninguno, si á la nota de heregía se allegan muchos vehementes indicios, y aunque sea uno solo, también se le debe dar tormento al reo. Lo cuarto, aunque no esté el reo notado de herege un solo testigo que le haya oido ó visto decir o hacer algo contra la fe, añadiendose a esta circunstancia uno ó muchos indicios vehementes, basta para proveer el tormento...Este se ha de mandar lo primero cuando el mal notado es de malas costumbres, porque los sugetos de malas costumbres con facilidad incurren en heregías, especialmente en las que autorizan su culpada vida. Por ejemplo los deshonestos, y aficionados a las mugeres se persuaden fácilmente á que no es pecado la simple fornicación. Direct. Part.3 quaest 42. Adnotat. Lib.3, scholl 118 .
Directorio de Inquisidores de Nicolao Eymerico, Inquisidor Mayor de Aragón, Roma 1558.
La Santa Inquisición, cuyo nombre correcto es Sagrada Congregación para la propagación y defensa de la fe, tuvo, como seguramente otras instituciones, la justificación (¿disculpa?) a que alude el refrán: Culpa fue del tiempo, no de España. Decía mi maestro Don Fernando Castellanos Tena, que a las personas y a las instituciones había que juzgarlos en su época, y aún así seguramente se cometerán muchos errores que me gustaría llamar de “paralaje histórico”, distorsiones ocasionadas por el transcurso del tiempo y la perspectiva cultural desde la que juzgamos, a la cual no nos podemos sustraer. La inquisición fue un tribunal temido y terrible sin duda, pero si pensamos que en los ocho siglos y pico que duró en España, el número de sentenciados y muertos no alcanza las cifras de los condenados y ejecutados con la pena de muerte, solamente en el estado de Texas.
La leyenda negra de la Inquisición se forjó en buena medida por la campaña de desprestigio de Inglaterra, que formaba parte de su disputa contra España por el control de los mares y el comercio mundial. Sin embargo en las cacerías de brujas desatadas en las islas británicas murieron muchísimas mas personas que las sujetas a procesos por la inquisición. Por otra parte este tribunal aportó el concepto y proceso de inquisición, es decir investigar, preguntar, interrogar al inculpado y a testigos antes de formular una conclusión de culpabilidad.
Claro que leer el Directorio de Inquisidores, nos pone la carne de gallina, el desparpajo y la frialdad con que el Inquisidor Mayor de Aragón se refiere a las condiciones generales que ameritan la aplicación de la tortura, nos hace reprobar a la Iglesia Católica en estas prácticas, aunque sabemos que hace muchos años que dejó de practicarse este comportamiento. Sorprende sin embargo que la reprobación generalizada hacia las prácticas de tortura de la Inquisición se convierte en aceptación cuando se trata de la investigación de algún tipo de delitos. Parece entonces que, al menos en México, no reprobamos la tortura sino su aplicación por algunas instituciones o para algunas finalidades.
En las encuestas que han realizado organizaciones de la sociedad civil, preocupadas por el tema han encontrado que el grado de aceptación de la tortura es altísimo. Alrededor del 70% de las personas consideran que la tortura se justifica cuando se trate de la investigación de delitos graves, tales como el secuestro, la desaparición forzada, la violación, el feminicidio, etc., no obstante que existen claras muestras de que la tortura como medio de investigación no tiene la utilidad que le confieren quienes la practican. La utilidad real de la tortura es la creación de culpables, no su descubrimiento. Pero con su aplicación en México, que es como dijo el relator de la ONU, Juan Méndez, generalizada y a todos los niveles, las autoridades alivian la presión de que son objeto al presentar como resueltos, casos que de otra manera seguirían en investigación.
No es improbable que haya atavismos que nos hagan proclives a la tortura. La herencia judía de la culpa y la expiación. La penitencia externa, el castigo corporal, el flagelo, etc., se unieron en nuestro país con nuestra raíz indígena, en la que el sacrificio personal, también jugaba un papel preponderante en la religión, como forma propiciatoria para los dioses, de desagravio o de penitencia por las culpas. En términos generales se ve a la tortura como un mal necesario.
Habría necesidad de corregir este enfoque: la tortura es un mal innecesario y además inútil. Convencer a la mayoría de la población de su inaceptabilidad por ser contraria a la dignidad humana puede convertirse en una empresa casi imposible. El sentirse sujeto agraviado por la delincuencia, la sensación de impotencia al ser víctima de un delito, constatar la ineficacia de la policía y del sistema judicial para refrenar el delito, hacen que el ciudadano común y corriente volteé hacia la fuerza como la única forma de combatir la delincuencia.
Las malas noticias son que la práctica de la tortura trae como consecuencia, que todas las actuaciones practicadas por la autoridad se encuentren viciadas y que, tarde o temprano, los jueces dejen en libertad al torturado. Se frustra la víctima, se frustra la policía, se frustra la ciudadanía, se frustra la justicia. Se haría necesario inculcar desde la enseñanza básica que la tortura atenta contra la dignidad humana, lo cual es inaceptable, pero también que la tortura es innecesaria e inútil lo que la vuelve inadmisible.
Desconocer o pretender desconocer la práctica cotidiana, generalizada y a todos lo niveles de la tortura en México, no contribuye ni a disminuir la delincuencia ni a mejorar la seguridad pública.

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