BOMBERITO JUÁREZ Y MAMÁ CARLOTA



De la remota playa
Te mira con tristeza
La estúpida nobleza
Del mocho y del traidor.
En lo hondo de su pecho
Ya sienten su derrota.
Adiós, mamá Carlota;
Adiós, mi tierno amor.
Adiós, mamá Carlota” es la canción que mejor ilustra el fin de la Intervención Francesa. La letra, parodia un poema titulado “Adiós, oh patria mía” de Ignacio Rodríguez Galván, fue compuesta por el general Vicente Riva Palacio en 1866.

Se decía que al popular cómico Manuel “El loco” Valdez, le habían multado porque en uno de sus programas de televisión había aludido a “Bomberito” Juárez y “Manguerita” Maza, lo que se consideró una falta de respeto por parte de la Secretaría de Gobernación. Imagínense si esos criterios se aplicaran en la actualidad a algunos desbozalados. Pero como dice la canción: “Cambia, todo camiba...”, no siempre para bien, aunque como dice el refrán no hay mal que por bien no venga.
Si bien en la actualidad nos parece una exageración el castigo por una simpleza como la “bombereada”, también parece una exageración el culto desmedido que se rinde a la personalidad, que no a la persona, del Presidente Juárez. Su exaltación por su origen indígena es también una exageración, que por si sola no dice nada. Recordemos que también Victoriano Huerta era indígena puro. Su origen no es motivo ni para apologizar ni para denostar. Meramente circunstancial y estadísticamente esperable en un país como el nuestro con una conformación como ahora reconoce nuestra constitución: pluricultural y pluriétnica.
Durante el gobierno del presidente Vicente Fox, quien por cierto dice que ha sido mejor presidente que Benito Juárez y para ello expone sus razones, se remozó el castillo de Chapultepec o por mejor decir, se remozó el Museo Nacional de Historia, su estuche y sus contenidos, con un cuidado y atingencia dignos de la tarea. El responsable general fue el Dr. en Arquitectura Salvador Aceves, quien me platicó que, por ejemplo, para restaurar la alcoba de los emperadores Maximiliano y Carlota, localizaron el taller de tapicería donde se hizo el original, con casi trescientos años de existencia, donde, por cierto, conservaban la muestra del tapiz encargado por Carlota de Bélgica y allí se fabricó el nuevo para la restauración.
Entre las “novedades” está una sala donde se exhiben monumentos y documentos correspondientes a la Intervención y la Reforma, allí tiene presencia relevante el presidente Juárez. Contemplando algunas de las piezas que ahora se muestran uno pone en duda la “austeridad” republicana, la “honrada medianía” y de paso la “honestidad valiente” (¡chin! ¡no me aguanté!). Entre otras joyas valiosas que harían palidecer de envidia a mas de algún monarca europeo, destacan dos coronas de laurel de tamaño natural, es decir del tamaño de una corona mas o menos, una de oro y otra de oro blanco, de muy buen quilataje, ¡verdaderamente impresionantes!. Juárez no tenía una capa de armiño, pero Maximiliano no tenía coronas comparables a las dos de Don Benito.
Por cierto una de ellas, no recuerdo cual, fue acompañada o acompañó, da lo mismo atrás que en ancas, por la declaratoria del Congreso de Colombia, a instancias del gobierno de EE.UU., de “Benemérito de las Américas” para el presidente Mexicano. La otra provino de un grupo de méxico-norteamericanos residentes en el norte del país vecino, que reconocieron la defensa de sus intereses, por parte del gobierno liberal. Es cierto, no es desdoro la aceptación de tales presentes y otros mas de naturaleza semejante, no es desdoro, pero sí un punto de inflexión para revisar la personalidad, no la persona, del presidente Juárez, como lo son también sus políticas indigenistas, su extranjerismo y su proclividad para la jerarquía.
Es lugar común la referencia a las leyes de Reforma que, sin duda lastimaron a algunos grupos conservadores, pero que, sin duda también no son atribuibles solo a Juárez, sino a toda una corriente de librepensadores que señoreaba la vida pública del país con el fuerte apoyo del pensamiento liberal europeo y americano.
Es menos común y menos conocido el tratado Mac Lane-Ocampo, suscrito por el ministro plenipotenciario de Juárez, Melchor Ocampo. Tratado cuya existencia fue negada durante muchos años por la mafia del poder, para emplear una terminología de moda. Aquí en Aguascalientes, en el que era Salón del Congreso, antes de que en un acto de desagravio se le nombrara “Miiguel Ángel Barberena”, el historiador José Fuentes Mares en una conferencia que dictó, invitado por el gobierno del estado (entiéndase Joaquín Cruz Ramírez), reveló (como siempre dicen los periodistas), que él localizó en la Biblioteca del Congreso de Washington el original del tratado, por lo que no hubo mas remedio que aceptarlo como parte de la historia negra de la política exterior mexicana.
No agrego mas, cedo la palabra a José Vasconcelos: ..Juárez, en Veracruz, no estaba solo. Su metrópoli estaba en Washington, y hasta allí fue a dar un obsequio que los juaristas ofrecían a la gran República del Norte a cambio de su apoyo cada vez más urgente. Consta este obsequio en el Tratado McLane-Ocampo que, dice el mismo Justo Sierra, apologista de la Reforma, "otorgaba franquicias sobre el Istmo de Tehuantepec y parte de la frontera, que equivalían a un condominio"…
El gobierno de Maximilano se caracterizó por un enfoque nacionalista inesperado. Se había informado y mucho de México. Solía vestir de charro y apoyó y reglamentó la charrería. Medidas gubernamentales tendientes a lograr una mayor liberalización y promoción de las clases desprotegidas fueron tomadas. En materia de regulación de las relaciones laborales fue precursor, sus disposiciones fueron retomadas en la constitución del 17. Decretó la libertad de cultos. Fortaleció la educación, por cierto luego Juárez, clausuraría la Universidad Nacional, y dictó medidas que, resultaron avanzadas aun para el pensamiento liberal.
Lamentablemente estaba en el lugar y en el momento equivocado, Víctima de los intereses de los gobiernos de Austria y Francia, atrapado entre los conflictos de liberales y conservadores, manzana de discordia entre corrientes encontradas de la masonería, perdió su brújula cuando Carlota perdió la razón.
Los últimos reductos de cordura, los empleó la emperatriz buscando salvar al emperador de la muerte a la que el gobierno de México, Juárez a la cabeza, le condenaba.
Esfuerzo inútil. Una de las virtudes de Juárez, si no la principal, fue la obediencia.


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