PA’TRASEANDO EN DERECHOS HUMANOS
PA’TRASEAR: Regionalismo del sureste mexicano, equivale a
recular, rajarse, echarse pa’tras.
Si es de sabios cambiar de opinión,
ni duda cabe que en México habemos muchos, desde el pimerísimo
primer mandatario hasta el último de sus mandantes, que a lo mejor
ni idea tiene de que lo es y de tenerla le tendría sin cuidado. En
unas cuantas semanas, lo que va de la toma de posesión al día que
vivimos se han tomado decisiones que, han contrariado las propuestas
de campaña, las han matizado, y en muchos casos las han hecho a un
lado. Es cierto que en su mayoría los cambios de decisiones han
estado soportadas en formas que les dan legalidad, en eso estamos de
acuerdo, y en eso se asemejan a los gobiernos anteriores, bicolores o
tricolores, que en su mayoría cuidaron las formas. De eso dan cuenta
las mas de novecientas reformas a la Constitución para “legitimar”
medidas que los siguientes gobiernos tirarían o tirarán por la
borda. El ex-presidente (afortunadamente) Enrique Peña Nieto ha sido
el que mas decretos de reformas constitucionales ha sancionado y el
presidente (¿afortunadamente?) Andrés Manuel López Obrador será
el que mas reformas eche pa’trás.
Por supuesto la cuestión no es de
números, aunque son un indicativo. Nuestra Constitución tiene 136
artículos y cien años y pico de promulgada, lo que quiere decir que
en promedio cada artículo ha sido reformado casi siete veces y cada
año se ha reformado al menos nueve veces la Carta Magna. Conclusión:
hemos sido víctimas del mas vil engaño, cuando año tras año,
sexenio tras sexenio, se nos ha dicho que la nuestra era una de las
mejores del mundo. El resultado, no podría ser de otra manera es un
mamotreto, profuso, farragoso, falto de unidad y desde luego ayuno de
técnica jurídica, y sin embargo es uno de los sagrados fetiches de
nuestro país. No sería malo que dentro de la cuarta mentada, se
plantease una especie de Pacto de la Moncloa para replantear una
constitución que actualice lo que somos, lo que quisiéramos ser y
los medios para conseguirlo.
¡No!, no hay que rasgarse las
vestiduras, nada mas hay que rasgar el mamotreto, dejando a salvo lo
que supongo son intocables: las decisiones políticas fundamentales,
según las llamaba Carl Schmitt. Ser una república, democrática,
representativa y federal son aspiraciones que no hemos conseguido,
pero son guías de lo que quisiéramos como pueblo. Sería bueno que
fueramos una única nación, pero hay que reconocer que no lo somos.
La convivencia sería mas sencilla si fuéramos un país unicultural,
no lo somos. Los Derechos Fundamentales son irrenunciables habría
que promoverlos, tutelarlos, protegerlos, aplicarlos y
reivindicarlos. Esto hubiera sido mi cartita al Niño Dios pero se me
fue el santo al cielo. Lo dejaré para el año próximo.
Entretanto el Congreso de la Unión se
ha dado vuelo aprobando decretos de reformas reglamentarias, legales
y constitucionales. Especialmente preocupan as que tienen que ver con
Derechos Humanos y de estas la aprobación de la creación de la
Guardia Nacional y las reformas al artículo 19 constitucional en
materia de delitos graves.
Es cierto que desde el texto original
de la constitución del 17 se preveía por allí, medio escondida la
figura de la Guardia Nacional como un órgano garante de la seguridad
interior, diferente del Ejército (se entiende comprendidas la Marina
Armada y la Fuerza Áerea) que tiene a su cargo la seguridad
nacional. Es cierto también que su sola mención resultaba
insuficiente para normarla y echarla andar. Durante muchos años se
consideró no solamente innecesaria su creación sino hasta un
dislate. En estas mismas páginas cuando la desafortunada
“declaración de guerra” del presidente Calderón, señalé que
una opción especializada para el combate de la delincuencia
organizada sería la creación de la Guardia Nacional como lo existe
en otros países: un cuerpo especializado para el combate a la
delincuencia, independiente del ejército. Esto último es
fundamental: la finalidad, el entrenamiento, la mentalidad, la
actuación del militar es muy diferente de la del policía.
Básicamente el militar se enfrenta al enemigo, la policía combate a
un ciudadano que desvía su conducta y al que hay que sancionar para
reinsertar a la sociedad.
Unánimemente los organismos
defensores de Derechos Humanos, desde la Oficina del Alto Comisionado
de la ONU para los Derechos Humanos, hasta la mas humilde
organización de la sociedad civil para su promoción y defensa,
pasando por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, y la
Federación Mexicana de Organismos Defensores de Derechos Humanos,
externaron su desacuerdo con la creación de la Guardia Nacional como
un organismo de carácter militarizado y con un mando militar. Aunque
fueron escuchados la decisión ya estaba tomada. Antes de la votación
del Congreso el presidente López Obrador en un funesto desplante de
burla a su soberanía y a la dignidad de los organismos invitados a
ser oídos en consulta, convocó a integrar la Guardia Nacional,
presentándose incluso el que será su uniforme y empezándose a
contratar personal. Se aprobó el proyecto con modificaciones que no
gustaron al Presidente, pero tampoco a los defensores de DH. Ahora
tiene la palabra el Senado, ojalá sea sensato y se ciña a los
derechos fundamentales.
También los órganos defensores de DH
habían externado su preocupación por la iniciativa de agregar
nuevos tipos delictivos como delitos graves, lo que permite la
prisión oficiosa en el proceso. La tendencia pro-persona del (nuevo)
sistema de justicia penal y las reformas constitucionales que le
dieron marco, son echas a un lado, con la argumentación falaz de que
de otra manera no se puede combatir al crimen. La prisión oficiosa
quebranta de entrada el principio de presunción de inocencia.
La lucha por los Derechos Humanos ha
sido larga, esforzada, desgastante y no pocas veces desilusionante.
Su defensor se enfrenta no solo a los intereses creados, a las
prácticas corruptas de los cuerpos policíacos preventivos y
ministeriales, sino a la incomprensión de importantes sectores de la
sociedad, que creen real el falso dilema que la autoridad suele
esgrimir como justificante. “Los derechos humanos son para los
humanos derechos” suelen decir estúpidamente. ¡No!, ¡los
derechos humanos son para los humanos!, punto. Afortunadamente la
justicia federal y los órganos internacionales tendrán competencia
para la revisión de estas reformas.
Hay que confiar en la justicia.
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