A CUALQUIERA LE PUEDE PASAR
Como
todos los días de lunes a viernes de cada semana usted conduce su
automóvil hacia su trabajo, una empresa de partes automotrices que
se ubica unos cuantos kilómetros mas allá del límite formal de la
ciudad. Revé el letrero, calcula que lo ha visto mas de mil veces y
piensa en su inutilidad, junto, el de Rotary que al menos da la
bienvenida y avisa de las reuniones semanales en la casa club que el
tiempo, la lluvia y el orín se han encargado de borrar. Echa una
mirada a su reloj, lleva un excelente tiempo faltan quince minutos
para la hora de entrada y está a menos de cinco mil metros, cuatro
mil novecientos, cuatro mi ochocientos… intempestivamente una
camioneta pick up blanca se le cierra y le obliga a orillarse al
acotamiento. Antes de que pueda reaccionar se encuentra rodeado de
otras camionetas similares a la primera, cuatro o cinco, ¡quién
sabe!. De la primera baja un tipo que cubre su rostro con un
pasamontañas, le apunta con una pistola enorme, al menos así la
percibe Ud., le ordena bajar del automóvil lo que usted hace
mecánicamente sintiendo que cada pierna le pesa una tonelada y con
una opresión en el abdomen que le impide respirar. Otros individuos,
algunos encapuchados, otros con lentes muy obscuros y una gorra
calada le rodean, violentamente alguien le arroja contra el cofre de
su vehículo, alguien mas le toma el brazo izquierdo y lo tuerce
hacia atrás, siente un grillete en la muñeca y una operación
similar le inmoviliza también el brazo derecho. El metal le lástima
y percibe un rápido hormigueo en las manos. Trata de levantar la
cabeza, de balbucir una explicación, de preguntar la razón de ésta
que tiene que ser una confusión. Un golpe en el occipital hace que
su cara se estrelle contra el metal de su vehículo y aborta
cualquier tipo de pregunta. De improviso todo se oscurece. Le han
colocado un costal de un tejido cerrado que apenas permite traslucir
alguna claridad no obstante que no pueden ser mas de las ocho de la
mañana. Entre imprecaciones, amenazas de muerte y golpes, se siente
levantado en vilo y arrojado pesadamente a lo que debe ser la caja de
una camioneta, ahora le atan los pies y siente que una pesada lona,
debe ser una lona, le cubre y oscurece aún mas la poquísima
luminosidad que percibía. La camioneta arranca, le parece
experimentar que da varias vueltas y que al fin se orienta en una
dirección aparentemente recta. El dolor de las muñecas se ha vuelto
insoportable. Al cargarlo y arrojarlo, el artefacto que se las oprime
y que ahora piensa que se trata de unas esposas, las ha ceñido mas y
a cada movimiento apretará mas aún. Decir que pasa el tiempo es
solo un decir. La angustia, el miedo que se está transformando en
pánico, la opresión que se vuelve asfixia, le impiden razonar, y si
pudiera, de nada serviría. Le atormentan tantas cosas, tantas
imágenes: la sonrisa de sus hijos, el beso cotidiano de su esposa,
la bendición permanente de su madre, el recuerdo de su padre que
pocas veces se manifiesta tan nítido como ahora. La incertidumbre,
la desazón, este pozo sin fondo en que se hunde se ve interrumpido
por un repentino frenazo y un cambio de dirección, ahora le parece
percibir ruidos citadinos. ¡Sí! Sin duda circulan ahora por la
ciudad, motores, arrancones, frenadas, claxons...no hay duda. Se
detienen y usted percibe otros vehículos, atrás, adelante, a un
lado. Debe ser una bocacalle y un semáforo en alto. Aspira todo lo
que puede y haciendo acopio del valor que le inspira el recuerdo de
su familia, grita...¡Auxilio! La respuesta es una andanada de
patadas y un golpe contundente en la cabeza. Comprende que no está
solo. La camioneta arranca y se da cuenta de lo inútil y peligroso
de intentar algo, ¿qué? ¡algo! Lo que sea. Es inútil. Será
inútil. Está usted a merced de sus desconocidos
captores.¿Sicarios?, ¿Raptores?, ¿Delincuencia organizada?. Usted
se sabe un hombre trabajador, buen padre de familia, buen hijo,
razonablemente buen esposo, y piensa que si libra ésta angustiosa
situación será un individuo mejor, tendrá que ser mejor, la vida
tendrá que darle otra oportunidad, su vida no puede terminar aquí.
Frena su pensamiento violentamente. Es claro que es un error, debe
tratarse de un error, ahora que lo lleven donde lo llevan, ahora que
lo vean los que tendrán que verlo, se aclarará el error. Usted no
puede ser presa para delincuentes. No vale la pena. Aún falta mucho
para terminar de pagar la hipoteca de la casa. Tiene atrasadas varias
letras del coche y su salario y el de su esposa apenas alcanzan para
pagar las colegiaturas y solventar las necesidades diarias. No tiene
problemas con la ley. Siempre ha eludido los conflictos de cualquier
naturaleza. Sin duda es un error y ahora que lo descubran lo pondrán
en libertad. Han llegado. El cambio de temperatura se lo dice. Están
en un lugar cerrado. El olor característico de un lugar cerrado. Se
oyen voces que no alcanza a captar claro. Le cargan en vilo y lo
conducen algunos metros. Le dejan caer y se golpea secamente contra
el piso. Siente correr la sangre por la nariz que le impide aun mas
su entrecortada respiración. -Ya llegamos Ingeniero- dice una voz
que percibe gutural. ¿Ingeniero? ¿Entonces…? ¡No es un error!
Se
cierra una puerta y se acallan los ruidos. Está solo. Se siente frío
y usted está helado por fuera y por dentro. Pasa el tiempo, se
sorprende no haber sentido ganas de orinar y se da cuenta de que se
ha orinado y ha evacuado. Ahora la humedad y el olor se unen a los
demás atormentamientos. Dos, tres, cinco horas ¿quién puede
saberlo?.
Un
barullo le despierta. Una voz enérgica da órdenes. Le quitan el
costal. Le liberan manos y pies. Le acercan una silla que Ud. no
quiere utilizar por no embarrarse aún mas. La voz enérgica da
órdenes. Le conducen a un baño donde le ordenan asearse. Intentarlo
al menos. Le regresan. La voz enérgica, imposible voltear a verle,
le ordena ver una carpeta beige que le extiende. Están las fotos de
sus hijos, con usted, con su esposa, entrando a la escuela, entrando
a la casa. La foto de su esposa en el trabajo, tras la ventanilla de
atención a clientes. La foto de su mamá, saliendo de la iglesia.
Inconfundible porque todavía usa chal.
La
voz enérgica es terminante: ¡Qué bonita familia! ¡Qué pena que a
usted o a ellos les pasara algo¡ ¡Vamos a ver si coopera
Ingeniero!. Hace unos meses a Ud. lo amenazaron para emitir una
declaración que hoy puede servir para dejar en libertad a un
delincuente. Aquí tenemos su nueva declaración que aclara que lo
hizo bajo coacción y siendo víctima de amenazas.
-Pero
– se alcanza a oir usted con una voz que cuesta reconocer como la
suya – nadie me amenazó, yo lo hice según lo que vi y me consta,
yo soy un profesional, yo no soy un juez-.
-
Ingeniero, ¿no va a cooperar?, que pena descompletar esa bonita
familia.-
-
¿Dónde le firmo? - dice una voz que sabe suya pero no reconoce como
suya.
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