SABE EL FRUTO A SU RAÍZ
Palabras pronunciadas por Jesús
Eduardo Martín Jáuregui al presentar el libro “Quadragesimo, crónica de un alumbramiento” el 12 de junio de 2013
en el Edificio Gómez Portugal de la Universidad Autónoma de Aguascalientes
“Sabe el fruto a su raíz” dice en un bellísimo verso Rafael Alberti,
verso que me ronda desde que me llamó el Sr. Rector Dn. Mario Andrade Cervantes
para honrarme con la invitación a esta velada en la que los actores de uno de
los dos más importantes acontecimientos culturales de la segunda mitad del
Siglo XX, presentan, no de “viva voz”, sino de “voz perenne” que para eso es la
palabra escrita su vivencia del proceso social que experimentó Aguascalientes y
que culminó en la creación o formalización de la Universidad Autónoma de
Aguascalientes, proceso encabezado en su culminación por el Contador Público
Dn. Humberto Martínez de León, quién ejerció un liderazgo que sacudió no sólo
al Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología, sino a la sociedad
Aguascalentense que asumió con entusiasmo la idea de hacerlo Universidad.
Citaba Antonio Caso en su libro de Sociología, seguramente superado en muchos
aspectos, un concepto de Gabriel Tarde que puede ejemplificar el esfuerzo de
Don Humberto y del equipo que logró conjuntar y contaminar de esa luz que tan
bien captó Desiderio Macías Silva en el lema y en su exposición de motivos:
“Mas como el ser humano es un ser social, ser luz en sí y para sí no bastaría.
Antes ser luz aquí es como preparación para una aventura trascendente…” El
sociólogo francés señalaba que las dos fuerzas que movían el desarrollo eran la
invención y la imitación. Me parece recordar que además planteaba una metáfora
que podría alargarse en alegoría: el grupo social como un gran bosque en el que
crecen multitud de plantas desde la más humilde gramilla hasta el más enhiesto
roble, en donde para que los grandes alcancen las más altas proporciones y
sobresalgan del resto del follaje, es necesario que muchos de los de abajo se
transformen en humus alimenticio. Los grande cumplen su función, los pequeños
también, la humanidad que es una, progresa. La obra extraordinaria de la
Universidad de Aguascalientes, proeza indiscutible de Martínez de León, sabe sin
duda a su raíz, una aventura trascendente que se desarrolla a partir de una
comunidad laboriosa, participativa, pacífica y con un gusto por el arte, la
cultura y un anhelo de superación en el conocimiento.
El libro es una muestra del excelente trabajo al que
nos tiene acostumbrados la universidad. Al extraordinario valor documental de
los textos del C.P. Humberto Martínez de León, del Dr. Alfonso Pérez Romo y del
Dr. Felipe Martínez Rizo, la segunda parte da cuenta con magnificas
ilustraciones de los recursos modernos y el desempeño cotidiano. Si bien decía
Edmundo O’Gorman que los documentos dicen lo que los investigadores quieren que
digan, recoger las vivencias de primera mano es una labor irrenunciable de la
institución, dejar constancia es parte de su función de extensión. Por cierto
ya es un clásico aquel episodio de Alfred Hitchcok en que cuatro sujetos son
testigos de un hecho grave y sin embargo al ser interrogados, sus versiones
difieren de tal forma que parecen no haber presenciado los mismos hechos. Yo
mismo, perdón por la redundante primera persona, interrogué a cinco
protagonistas de la consecución de los terrenos en los que se asienta la
Universidad y aunque coincidentes en el final, cada uno me dio una versión
diferente y algunas incompatibles entre sí.
Aguascalientes, ha sido llamada “el ojo del ciclón”,
“la arcadia feliz”, “el pequeño gigante”, por quienes viéndolo de fuera se
admiran del nivel de la vida y de la tranquila convivencia de la comunidad
aguascalentense, pareciera sin embargo encarnar la canción aquella del
patriarca del folklorismo iberoamericano Atahualpa Yupanki, “El aromo”, “Hay un
aromo nacido en la grieta de una
piedra. Parece que la rompió pa' salir de adentro de ella. Salud, plata y alegría, tuito al aromo, la suebra Asegún ven los demás dende el lugar que lo observan….Como no tiene
reparo, todos los vientos le pegan. Las heladas lo castigan L'agua pasa y no se queda… Ansina vive el aromo sin que ninguno lo sepa. Con su poquito de orgullo porque es justo que lo tenga….Eso habían de
envidiarle los otros si lo supieran Que
en vez de morirse triste se hace flores
de sus penas.”
A diferencia de otras latitudes de nuestro extenso
país, aquí nada se nos ha dado, como no sea un cielo claro que es más pena que alegría,
una tierra pobre aunque generosa y una agua suficiente para enmarcar un lema y
escasa para la agricultura, para la vida y para la industria. Por eso habría
que poner el acento en la gente, en éste crisol de etnias, de culturas, de
biotipos, que fueron gestando nuestra población actual. Desde
su fundación, como refugio de los viajeros, lugar de
descanso y remuda, estuvo expuesta a las incursiones de las tribus nómadas.
Apenas unos pocos años después de su formación las enfermedades y una asonada
de los chichimecas redujeron la población a la estrictamente indispensable para
mantener el fuerte presidio, pero la fortaleza, el carácter, la perseverancia
de los fundadores mantuvieron la incipiente comunidad prefigurando el esfuerzo
que habría de ser su nota distintiva. Aquí, debe hacerse una reflexión
pertinente. Hemos reconocido, hemos honrado a los fundadores, sabemos sus
nombres, están inscritos en la sala de cabildo de la Presidencia Municipal y en
el gran muro de una plaza céntrica, pero no hemos hecho un reconocimiento
expreso a las “fundadoras” de Aguascalientes, las mujeres más valientes, más
esforzadas, más bravías, mas amorosas, que vinieron a, como antes se decía,
“hacer casa” para sus compañeros, a parir sus hijos con dolor y con esperanza para
poblar esta región. Los Aguascalentenses estamos en deuda con las fundadoras y
les debemos un monumento.
Algún tiempo, quizás por la falta de información, nos
sentíamos una población típicamente criolla, el censo de Revillagigedo nos vino
a mostrar hace ya algunos lustros que existía una población importante de raza
negra, una mucho más grande indígena, un grupo mestizo no tan preponderante
como en otras ciudades del altiplano, y finalmente una población pequeña de
españoles y criollos, que sin embargo se unificaron para ir delineando en la
convivencia un estilo de vida, trabajo en armonía. Enmarcada en el ámbito
geopolítico de Zacatecas se desprendió relativamente fácil y relativamente
pronto, por el desarrollo propio que reclamaba una vida independiente, por la
madurez de una población que había ido desarrollando una comunidad diferente
con características propias, y que se había ganado su autonomía, creo, entre paréntesis, que es
tiempo de dar piadosa sepultura a la infame leyenda de una anécdota de folletón,
que va en desdoro no de una dama sino de todo un pueblo que se ganó su
autodeterminación, tal como lo han acreditado estudiosos distinguidos maestros
de nuestra universidad.
La Universidad Autónoma de Aguascalientes ha sido de
alguna manera la cristalización de una tradición educativa sólida, humanista y
generosa. En particular merece la pena recordarse la obra de Francisco de
Rivero y Gutiérrez, comerciante natural de Cabezón de la Sal, que de su propio
peculio y cobijado con la figura de una fundación pía creó en la segunda mitad
del siglo XVIII la primera escuela pública
gratuita, determinando en el estatuto de su constitución certificado por
el Ilustrísimo Canónigo Ibarreta, del
cabildo catedralicio de Guadalajara, que la administración quedaría compartida
entre uno de los alcaldes ordinarios de la Villa y el cura párroco de la
Asunción, para que nunca pasara a ser “capellanía” ni a depender de la
administración pública. Al cabo de unos pocos años la Escuela de Cristo habría
de ser pionera en la enseñanza siguiendo el método Lancasteriano, hasta que el
desarrollo de otras instituciones y las diferencias políticas, que también las
ha habido, determinaron su cierre como escuela y después la venta de su fábrica
en una deleznable operación mercantil afortunadamente luego revertida.
La fundación de la Escuela de Agricultura y
Agrimensura del estado en 1867 fue sin duda otro de los hitos que merecen
entrar en el recuento de antecedentes directos de nuestra casa de estudios.
También la gallardía del Dr. Rafael Macías Peña que consolidó la autonomía del
instituto y sentó el compromiso para las siguientes generaciones. La defensa
apasionada de la autonomía que realizara Benito Palomino Dena al luchar por una
ley orgánica que transformó en 1965 al Instituto de Ciencias de Aguascalientes
en Instituto Autónomo de Ciencias y Tecnología, con atribuciones bastantes para
otorgar títulos universitarios a niveles de licenciatura y superiores. En fin
sería fructuosa pero cansada la enumeración de antecedentes.
Perdón por la dispersión y regreso al “Quadragesimo”. El rector fundador narra con un estilo que
muestra una parte importante de su esfuerzo: la seducción. Inducir y persuadir,
convencer de que el proceso había madurado, de que el tiempo se había cumplido y
que el añoso Instituto de Ciencias, aderezado con un ropaje nuevo que le
permitía expedir títulos profesionales necesitaba un “aggiornamiento”. La
lectura es una invitación a un apasionante recorrido no exento de ciertos
detalles de desencanto, de seguramente incomprensión y de actitudes que
convergiendo en una misma finalidad, sin embargo marchaban a ritmos diferentes.
Hay que aceptar que dentro de una misma sociedad, sus diversas instituciones
pueden seguir diversos derroteros y manejar diferentes intereses y cadencias
distintas. La crónica de Martínez de León da cuenta también de cómo esos
diferentes rumbos reaccionaron ante el catalizador que fue la gestión del
fundador y como finalmente, ¡qué son unos meses para la vida de una estrella!
su tesón fructificó en la institución que hoy a cuarenta años de su inicio
sigue siendo ejemplar.
El Dr. Alfonso Pérez Romo consolidó la vocación
humanista de la entonces naciente institución, asumió el más emocionante pero
también el más gratificante reto de su vida. Su testimonio es la voz de un
hombre con la mayor sensibilidad, el mejor gusto, la más amplia
disposición, el espíritu de servicio más
a flor de piel y una cultura universal. El se brindó a la universidad y me brindó
la oportunidad de aprender con él a servirla.
De Felipe Martínez Rizo lo menos que se puede decir es
que a su gran inteligencia une una capacidad de trabajo que en la universidad
nos llevaba a calificarlo como obsesivo repulsivo: ¿quién aguanta trabajar a
ese ritmo y con tan altos resultados de productividad al mejor nivel académico?
Sólo Felipe y los equipos que él sabe conjuntar. En este libro prefirió asumir
una función de glosa más que protagónica, lo que también dice mucho y bien de
él.
Se cuenta que en la antigua Grecia, aunque para ser
precisos habría que decir, en la antigua Atenas, cuando el virtuoso legislador
Solón se retiró de la vida pública, para entretener sus ocios y compartir algo
de su saber y experiencia puso una tienda de consejos. Se dice también que un
rico mercader deseoso de hacer una inversión que multiplicara sus dineros,
envío a uno de sus esclavos a comprar el consejo más caro de la tienda, regreso
con él y al mostrarlo a su amo, éste lo leyó y se sintió un tanto
desilusionado. El pergamino que tan caro había costado simplemente decía: “En
todo lo que hagas mira el fin”. Seguramente cuando el Contador Martínez de León
conjunto su ejército académico, entre los que se encontraban el Dr. Alfonso
Pérez Romo y el Dr. Felipe Martínez Rizo, el licenciado Héctor de León y un
buen número de los aquí presentes, había vislumbrado sino el fin, si la
culminación de su trabajo en una institución pujante, vigorosa, en constante
renovación, ejemplar y con una función trascendente en el progreso de la
comunidad a la que sirve, pero seguramente también lo que ahora es la
Universidad Autónoma de Aguascalientes, su desarrollo continuado, la labor
fundamental y oportuna de cada uno de los actores que han tenido en su momento
su rectoría, ha sperado con creces al sueño inicial.
Ser partícipe de este sueño común, de esta idea
trascendente, de este proyecto titánico que empezó hace varios siglos, pero que
pudo convertirse en esta extraordinaria realidad, que ahora mismo tiene un
empuje renovador gracias a cinco factores que confluyen: el subsidio de la
federación que es también un reconocimiento al trabajo ordenado y transparente;
la comprensión, estímulo y apoyo del gobierno del estado que predica con el
ejemplo: el futuro desarrollo tiene que fincarse sobre la educación; el empuje y visión de un
rector que ha sabido equilibrar el crecimiento de la infraestructura con el
mejoramiento de la vida académica, que parafraseándolo diríamos, con este
impulso la universidad crecerá a un ritmo que no nos verán ni el polvo; el
trabajo armónico, propio de los Aguascalentenses que se muestra en la
conjunción de los alumnos, los docentes y el personal administrativo, y de
manera fundamental la comprensión y esfuerzo de la comunidad aguascalentense.
Ser aguascalentense y ser universitario aguascalentense es un estado de ánimo,
del mejor ánimo.
La Crónica de un Alumbramiento, es también de alguna
manera la Crónica del arduo recorrido que ha llevado desde la gesta de un
puñado de valientes, hasta el estado
progresista de la actualidad.
“Se lumen proferre”
bullidero@outlook.com @jemartinj
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