¡Siempre no! Burla a la justicia y a la ciudadanía.
Apenas hace unos días se anunció la libertad absoluta
del Gral Tomás Ángeles Dauahare, luego de que la PGR presentó conclusiones no
acusatorias en su favor. La anterior administración de la PGR a cargo de
Marisela Morales, acusó a Ángeles Dauahare de brindar supuestamente protección
al cártel de los hermanos Beltrán Leyva.
La libertad fue ordenada por el juez tercero de
distrito en materia de procesos penales federales en Toluca, Estado de México en
el expediente 44/2012, pero no por haber sido juzgado y encontrado inocente,
sino por la retractación del Ministerio Público Federal al haber formulado
conclusiones no acusatorias, lo que en buen cristiano significa que después de
haber encontrado pruebas contundentes de sus nexos con la delincuencia
organizada, después de haber integrado una averiguación previa en la que
desahogó las diligencias necesarias para considerar que se encontraban
acreditados los elementos objetivos de la comisión del delito, así como los
datos suficientes para hacer presumir la responsabilidad del General Ángeles, después
de haberlo consignarlo ante el juzgado a efecto de que fuera juzgado por su
conducta delictuosa, después de haber considerado el juez que había suficientes
elementos para procesarlo por las conductas que se le imputaban decretando la
formal prisión, después de haber desahogado la etapa de instrucción, en la
parte final del proceso el Ministerio Público le dice al juez: ¿A poco te
creíste que era culpable el General? Pos fíjate que no, ¡siempre no!, resulta
que el testigo que lo incriminaba era un “testigo profesional” pagado por mí
para acusar, que se encontraba “protegido” lo que es tanto como decir “oculto”,
que incluso su identidad podría haber sido cambiada, y que, al menos en el
proceso no aparecería. El juez no tuvo más opción que decretar su libertad
inmediata y como el “Sin pecado” dijera: ¿dónde están los que te acusaban?.
La liberación del General Ángeles deja un sabor
agridulce, más agrio que dulce en el paladar. Uno se pregunta, (bueno, no uno,
mi corrector de estilo me llamará la atención), yo me pregunto a mi mismo: mi
mismo ¿Crees en la inocencia del General? Pues…¡sí!; Mi mismo ¿Creías en la
culpabilidad del General? Pues…¡sí!. A ver, a ver, barajeámela mas despacio. No
tenía por qué dudar de la Procuradora General de Justicia de la República y no
tengo por qué dudar del Procurador General de la República. ¿Y entonces?. Pues
ni más ni menos como aquello que se contaba en los tribunales de un juez que se
declaró incompetente y en realidad lo era y que para mayor prueba dictó una
resolución que, palabras más palabras menos decía: “El actor (demandante) probó
su acción; el demandado probó su excepción, en consecuencia el suscrito juez se
declara ¡perplejo!”.
Pues ¡sí! me declaro perplejo y me declaro indignado y
motivado recientemente por el libelo de Stéphane Hessel “¡Indígnate!” Que ha
sido como el Credo, declaración de principios y metas, de la corriente de
Indignación que recorre el mundo occidental. Los ciudadanos merecemos una
explicación más allá de la existencia de un “testigo protegido” que responde al
mote de “jenniffer” o algo así, y que fue considerado prueba suficiente para
incriminar a un alto mando del ejército, a un heredero directo de una gran
figura de la Revolución Mexicana general Felipe Ángeles, pero sin mengua de lo
otro, un ciudadano mexicano con todos los derechos que consigna la
Constitución, derechos que fueron menoscabados y que ahora, al menos así
parece, se ha enmendado la plena para bien de un acusado injustamente.
La falta de información y la falta de profundidad en
ella, deja espacio para especulaciones, mas de alguna seguramente de mala fe.
Se ha publicado, por ejemplo, que la consignación del general Ángeles,
realizada en el gobierno panista del Lic. (recontra no de la UNAM) Felipe
Calderón, se debió a su cercanía con el licenciado (no abogado) Enrique Peña
Nieto, y ser un candidato natural a ser Secretario de la Defensa. De ser así
habría que concluir que se trató de una felonía, en la que se utilizó el brazo
de la representación social, para “cobrar” agravios o para prevenirlos. No se
ha publicado, pero nada impide pensar que pudiera haber sido diferente, que la
acusación tuviera fundamento y que, la cercanía con el licenciado Peña hubiera
sido la causa eficiente de la liberación.
El caso del general Ángeles y miles de casos en los
que se ha consignado a presuntos responsables sin la adecuada integración de
una averiguación previa, y en los que la actuación del Ministerio Público
violenta los derechos humanos, no sólo en los casos extremos de tortura o del
arraigo (terrible invento violatorio de los más elementales derechos y que el
estado mexicano se empeña en mantener contra los tratados internacionales por
él suscritos), sino en los más sencillos de una incriminación sin fundamentos
en que, sin embargo el indiciado se ve sometido a prácticas intimidatorias que
menoscaban su dignidad.
Y como solía decir un maestro de la Facultad de
Derecho, sí de la UNAM: “Cuando afirmó que la consorte del pollino es de una
coloración grisácea es porque tengo los suficientes elementos capilares en la
diestra”. Hace algunos meses en una
escrituración de compraventa de un predio ubicado en el estado de Jalisco, que
por cierto se anotó la razón de “no pasó” por no haberse cumplido con los
requisitos administrativos ni haber expensado los gastos, fui denunciado por la
supuesta participación en la comisión del delito de fraude ya que al parecer el
vendedor había enajenado previamente sus derechos. El asunto a mi ver era y es
claro, sin embargo fui citado en calidad de indiciado por la delegación de la
PGR, cabe decir que yo llevaba una tarjeta de un alto funcionario que avalaba
mi amistad con él, sin embargo, al ingresar a la Delegación sorpresivamente me
ordenaron “Párese un momento aquí” me paré donde me indicaron y resultó ser el
sitio para ser fotografiado en una primera ficha, desde luego violatoria de mis
derechos como ha sostenido la Suprema Corte. Luego me colocaron un gafete y
acompañado por un agente fui custodiado y llevado con el fiscal que me habría
de interrogar, pasamos cuatro puertas cada una de ellas cerrada y que requería
una clave y una tarjeta magnética para franquearse, de manera que finalmente me
vi confinado a una oficina, fichado y sin la más mínima posibilidad de poder
decir: “con permiso regreso otro día”. Todo ello implica una presión que
tensiona, independientemente de la seguridad que da el saber que no se ha
cometido delito alguno. Más tarde fui recibido por el Delegado a quien
manifesté mi protesta por el trato recibido a lo que me contestó: “es la
práctica usual”.
Es cierto en este País nuestro, el único que tenemos,
y al que hemos maltratado, dividido, cercenado, sobrexplotado, y sin embargo
querido entrañablemente, es práctica usual la violación de los derechos
humanos, es práctica usual las arbitrariedades de la autoridad, es práctica
usual no rendir cuentas de sus actos y decisiones, es práctica usual que el ciudadano
permanezca callado, pero, más allá del voto en su favor y más allá de dos o
tres acciones efectistas y seguramente espectaculares, la legitimidad de un
gobierno y me refiero por supuesto al federal que recién empieza, debe pasar
por un “real” estado de derecho en el que se asuma que los ciudadanos somos
mayores de edad y, que la presunción de inocencia es un derecho humano que bajo
ninguna circunstancia puede preterirse.
El caso del general Ángeles es una muestra de lo que
no debe suceder.
correo-e: bullidero@outlook.com
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