Democracia, Posdemocracia, Encuestocracia.


En México la preferencia y la democracia valen para…una pura y dos con sal. (dicho popular)

Que la democracia ha sido una aspiración de la humanidad suele expresarse con la convicción del que afirmaba que la tierra era plana. En realidad la aspiración democrática es un invento relativamente reciente, digamos de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano que la Revolución Francesa, la revolución con “R” mayúscula y por antonomasia consagrara en 1789, en un documento de una riqueza que sin duda constituye un patrimonio de la Humanidad:  "Los representantes del pueblo francés, que han formado una Asamblea Nacional, considerando que la ignorancia, la negligencia o el desprecio de los derechos humanos son las únicas causas de calamidades públicas y de la corrupción de los gobiernos, han resuelto exponer en una declaración solemne estos derechos naturales, imprescriptibles e inalienables; para que, estando esta declaración continuamente presente en la mente de los miembros de la corporación social, puedan mostrarse siempre atentos a sus derechos y a sus deberes…
I. Los hombres han nacido, y continúan siendo, libres e iguales en cuanto a sus derechos. Por lo tanto, las distinciones civiles sólo podrán fundarse en la utilidad pública.”
Por supuesto podrá decirse con razón que desde la Grecia antigua se hablaba y practicaba la democracia, pero las personas y las instituciones deben ser valoradas en su hic et nunc, cuando se pretende realizar un juicio de una determinada forma social, sólo puede ser entendida actuando e interactuando en su momento y en un lugar determinado. Un ejemplo que seguramente he mencionado en anteriores colaboraciones es el de la Sagrada Inquisición, tribunal mencionado como el más terrorífico, cruel y sanguinario de la historia de la Humanidad. Yo podría decir sin embargo, que era un tribunal con un fundamento de legalidad y donde se aplicaba un estatuto indudablemente severo, pero producto de su época y su situación, y en cambio el Tribunal de Nuremberg creado para juzgar los crímenes de guerra del Tercer Reich y sus aliados, es un ejemplo de injusticia e ilegalidad. No tan de prisa, como decía aquel anuncio de las navajas Guillete “no me juzguen por esta barba”, la Inquisición era un tribunal de la Edad Media en un momento en que la potestad de los soberanos se consideraba casi unánimemente como proveniente de la divinidad, era un tribunal ni más ni menos como los tribunales de su época, con una importante diferencia: incorporó el procedimiento inquisitivo, es decir investigatorio, no bastaba como había sido hasta entonces la declaración o denuncia jurada para condenar, aún en ausencia al apóstata, renegado o tránsfuga, sino que debería realizarse un procedimiento inquisitorial en el que se aplicaba la tortura como medio para obtener una confesión, no tan alejado de lo que sucede con algunos policías de la localidad. En cambio el Tribunal de Nuremberg tiene un vicio de origen de imposible reparación, fue creado con posterioridad a los hechos que debió juzgar. No pretendo de ninguna manera absolver a los nazis de las atrocidades que cometieron contra el pueblo judío, como tampoco absolvería a los judíos de las atrocidades que cometen contra el pueblo palestino, pero si señalar una apreciación jurídica irrebatible.
En Grecia antigua, particularmente Atenas considerada la cuna de la Democracia, (al menos de la palabra) la sociedad era esencialmente esclavista y, desde luego, machista, una gran parte de los hombres libres no tenía tampoco derecho a voto, como en el caso de los ilotas.  El censo de Demetrio de Falero (s.IV A.C.) transmitido por Ateneo de Náucratis, contabilizó la población libre de Atenas en alrededor de 84,000 individuos. Además había unos 10,000 metecos (extranjeros libres con permiso de residencia) y unos 400,000 esclavos. De ellos sólo 21,000 ciudadanos varones en edad militar tenían derecho a intervenir de alguna forma en la vida pública. Ni las mujeres, ni los metecos, ni los esclavos podían hacerlo. Queda claro que Grecia se encontraba muy lejos del ideal democrático tal como lo concebimos en la actualidad.
A partir de la Revolución Francesa los ideales de “libertad, igualdad y fraternidad” se extendieron con rapidez al mundo occidental, que los adoptó como bandera y justificación ideológica de una corriente política y económica el liberalismo, que si bien no nació con ellos, si los encontró propicios para su adopción y actuación en su nombre. A partir del concepto de igualdad esencial de los hombres la democracia moderna consideraba desde luego, la no existencia de la esclavitud y la participación universal de los ciudadanos en la elección de sus autoridades y en la aprobación de sus leyes. Este ideal democrático, sin embargo, no tomaba en cuenta a las mujeres, a las que por su naturaleza, se pensaba, no eran aptas ni para el ejercicio democrático ni para los cargos públicos.
Fue Abraham Lincoln en su célebre oración fúnebre pronunciada en el cementerio de Gettysburg el 19 de noviembre de 1863 quién postuló la definición más romántica de la Democracia, en sus palabras: “Hace ocho décadas y siete años, nuestros padres hicieron nacer en este continente una nueva nación concebida en la libertad y consagrada al principio de que todas las personas son creadas iguales… Pero, en un sentido más amplio, nosotros no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este terreno. Los valientes hombres, vivos y muertos, que lucharon aquí ya lo han consagrado, muy por encima de lo que nuestras pobres facultades podrían añadir o restar…Que resolvamos aquí firmemente que estos muertos no habrán dado su vida en vano. Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra.”
Los estados en general plantean la democracia sino como el sistema político y social de elección, si como una aspiración. Los dictadores suelen cubrirse con el manto de la democracia, los golpes de estado se justifican en aras de volver a la democracia, los políticos almuerzan, comen y cenan democracia. Ya lo dijo Winston Churchill en un discurso en la Cámara de los Comunes, el 11 de noviembre de 1947: "Muchas formas de gobierno han sido probadas y se probarán en este mundo de pecado e infortunio. Nadie pretende que la democracia sea perfecta u omnisciente. En verdad, se ha dicho que es la peor forma de gobierno excepto todas las demás..."
Parece que existe una imposibilidad práctica de poder establecer un sistema democrático real, ciertamente la diferencia de aptitudes, de preparación, de experiencia, de información, de criterios, hacen que las motivaciones del voto respondan a estímulos que poco tienen que ver con el ejercicio de la administración pública. Los medios masivos de comunicación, la esquematización de propuestas, la reducción a imágenes, los mensajes condensados, la envoltura atractiva, han hecho transitar por el aburrimiento y frustración de la ciudadanía a la “Posdemocracia” según el sociólogo inglés Colin Crouch, en donde la política real se maneja tras bambalinas por un grupo de “elite”, empresarios y políticos que toman las decisiones y determinan los candidatos que como un “producto” se ofrecen a la ciudadanía. Dejan de ser relevantes los postulados, los principios, los valores, aún las ideologías, que son substituidas por un atractivo paquete que incluye formas de manipulación social y que el ciudadano adquiere de la misma forma en que podría comprar un producto atractivo en una tienda departamental.
La visión pesimista de Crouch, sin duda exagerada, parece sin embargo tener una aplicación real en la vida social y política. Los planteamientos de los partidos pasan a un segundo término, sus ideales y valores fungen como telón de fondo, el enunciado de un programa deja de ser relevante, las propuestas mismas pueden esperar, lo importante es incidir en el ánimo de los votantes y esto lo podemos medir a través de las encuestas, mecanismos que nos orientan hacia donde se inclina la opinión de los posibles electores y cómo reaccionan ante un determinado producto político, léase candidato. Las encuestas se erigen en un “gran elector”. Parece que estamos transitando de la democracia ideal e inalcanzable hacia una encuestocracia pragmática y simplificadora.

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