CHICHARRONERO EN GOBERNACIÓN, ¿O SERÁ MARRANO?
“A
chillidos de marrano,oídos de chicharronero” Ricardo Peralta,
Subsecretario de Gobernación, en su cuenta de twitter aludiendo a
las protestas contra AMLO.
Cuesta
trabajo creer que un funcionario de la Secretaría de Gobernación
haya podido escribir una cosa así, respecto de un grupo de
ciudadanos ejerciendo un derecho constitucional, Cuesta trabajo
creerlo a menos que se conozca al tal Ricardo Peralta, que por una de
esas inexplicables pero ya numerosas decisiones del presidente López
Obrador, desempeña (es un decir) un puesto para el que no tiene (ya
se ve) la mínima calificación, sensibilidad, talento, prudencia,
respeto, o al menos un mínimo de buena educación.
El
tal Ricardo Peralta ni siquiera pudo citar el dicho popular tal como
es: “a chillidos de marrano, oídos de matancero”. Hasta donde se
sabe los chicharrones no chillan. Aunque como se dice en la jerga
jurídica en un principio de plena vigencia en la justicia común: “A
confesión de parte, relevo de pruebas”. Que en román paladino o
en buen cristiano, significa tanto como que cuando un litigante
acepta un hecho en una promoción judicial, ya la contraparte no
tiene para que ofrecer pruebas. No tiene para que, pero podría
ofrecer pruebas. El Peralta ese confiesa ser chicharronero, lo que
podría objetarse, ya que por su comportamiento en un puesto tan
delicado, su declaración podría tomarse como prueba de que, mas
bien, es un marrano, de la política, pero marrano. Esa comunicación
hecha en un medio público, una red social, es tan soez y altanera
como aquella de “Ni los veo, ni los oigo”, pero ni remotamente
comparable por lo tosco, rudo, grosero, majadero, ordinario,
insolente y torpe, entre otras cosas, que es lo que opina la mitad de
las personas, porque la otra mitad, piensa que no, que es peor que
eso.
Desde
luego aclaro que no tengo absolutamente nada contra los
chicharroneros ni contra los matanceros, ¡líbreme Dios!, ni que
fuera vegano. Gracias a ellos tenemos una gran variedad de
sabrosísimos guisados y a que, dejando a salvo el buen nombre y
buena fama de que gozan, no profesamos las creencias de la comunidad
judía. Pero una cosa es Juan Domínguez, y otra muy otra es el
hermano de Don Belisario, dicho como dice AMLO, con todo respeto. El
lugar que ocupan los chicharrones y los matanceros en nuestra
sociedad, es muy de ellos, muy ganado en buena lid y muy respetable,
pero no en Gobernación, aunque de repente es sus comentarios y
declaraciones da la impresión de que el tal Peralta, sigue la línea
de algunos matanceros que ocuparon puestos destacados en una especie
de sucursal de Ferrería, pero de humanos, en la desaparecida
Dirección Federal de Seguridad.
En
el curriculum del Peralta de marras, o de marranas, se puede leer que
es maestro universitario. No lo pongo en duda, desde luego, aunque
pienso que puede haber una pequeña imprecisión. No puedo creer que
sea maestro de la Facultad de Derecho, y en cambio si creo que
pudiera estar a cargo del bioterio o en la granja universitaria al
cuidado de una piara, para lo cual muestra cualidades evidentes.
Quzás
como decía el gran matador (que no matancero ni chicharronero)
Antonio Chenel “Antoñete”: “en el toreo como en la vida, todo
es cuestión de ubicación”. De otra manera, aunque con igual
sentido, en las “Enseñanzas de Don Juan” de Carlos Castaneda, la
primera lección que da el “hombre de conocimiento” a su
discípulo es “encontrar su sitio”.
Es
muy posible que el falto de gracia Peralta, pudiera estar mejor
ubicado en el servicio público si se desempeñara, como director
(por su amplio currículum y su expresa confesión) del Rastro de
Ferrería, o que con pequeños ajustes pudiera hacerse cargo de otra
secretaría de estado. Por ejemplo, con sólo agregar una “r” y
una “a”, tendríamos “SEMARRANAT”,
que ni mandada a hacer para
el basto burócrata, al que desde luego le viene grande el mote de
“servidor público”.
Aunque dicho en su descargo
“lo que hace la mano hace la tras”.
La
Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, establece en su
artículo 27 las responsabilidades y competencias de la Secretaría
de Gobernación. En su apartado X señala: Conducir la
política interior que competa al Ejecutivo y no se atribuya
expresamente a otra dependencia así como fomentar el desarrollo
político; contribuir al fortalecimiento de las instituciones
democráticas; promover la activa participación ciudadana, salvo en
materia electoral; favorecer las condiciones que permitan la
construcción de acuerdos políticos y consensos sociales para que,
en los términos de la Constitución y de las leyes, se mantengan las
condiciones de unidad nacional, cohesión social, fortalecimiento de
las instituciones de gobierno y gobernabilidad democrática;
Lo
habrá leído el ordinario Peralta. Si tiene un papel que dice que es
licenciado en derecho debe haberlo leído. La pregunta entonces es:
¿lo habrá entendido?. Y si lo entendió ¿habrá
comprendido su alcance?: favorecer las condiciones que
permitan la construcción de acuerdos y consensos para que se
mantengan las condiciones de unidad nacional, cohesión social,
fortalecimiento de las instituciones de gobierno y gobernabilidad
democrática. Habrá que repetirlo hasta que se lo aprendan, desde el
jefe del ejecutivo hasta el mas ínfimo (en jerarquía) servidor
público.
¿Qué
está haciendo en una Secretaría que tiene funciones tan delicadas,
una persona que, visto está, carece de las “virtudes” necesarias
para el puesto?. Escribo virtudes concientemente, porque
hay funciones para las que no es suficiente la preparación, el
entrenamiento o un papel o varios que certifiquen que se completaron
un montón de “horas nalga”, que se obtuvieron “reconocimientos”
o que se lograron “menciones”, “diplomas”, “pergaminos” o
“títulos”, cuando se carecen
de las virtudes de un servidor, que en un servidor público tendrían
que estar mas acendradas. Lo decía el poeta hindú Rabindranath
Tagore: Yo
dormía y soñaba que la vida era alegría... desperté y vi que la
vida eraservicio.
Serví y vi que el servicio
era
alegría.
A
tí te lo digo mi hija, entiéndelo tú, mi nuera.
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