RELIGIÓN (Y ESTADO) A LA CARTA
“Hay
que ser laicos, pero también tolerantes” Pastor Andrés Manuel
López Obrador.
El
Excmo. y Rvdmo. José Ma. De la Torre Lozano, Obispo de
Aguascalientes, que de salud goce, suele decir que una constante de
la sociedad moderna es que las personas, propiciada en buena medida
por la moda del “new age”, queremos una religión a la carta. Una
religión en la que cada uno decidamos que nos conviene y que no, que
aceptamos y que rechazamos, en que creemos y de que descreemos. Esto
por supuesto puede resultar muy cómodo pero apartado del dogma, de
la práctica y de las enseñanzas de la Iglesia, y seguramente un
camino expedito para alejarse de la comunidad religiosa.
Por
eso no pueden resultar menos que extraños, grupos como el llamado
“Católicas por el derecho a decidir”, porque por supuesto tienen
todo el derecho a decidir, sólo que si deciden ser católicas deben
cumplir las enseñanzas de la Iglesia. Si no las cumplen no pueden
seguir siendo católicas. Así de sencillo. Yo no puedo, en el
contexto de la Iglesia Católica y supongo que en el de ninguna
religión, decidir por mí mismo que parte de sus enseñanzas me
convienen y cuales rechazo. O por mejor decir, si elijo sólo una
parte de su doctrina y abjuro de otra, voluntariamente me colocaré
fuera del ámbito de esa religión, y está bien, si esa es mi
voluntad, lo que no puede ser, es querer repicar y andar en la
procesión.
El
presidente Andrés Manuel López Obrador ya había evidenciado su
vocación de Pastor. Desde la campaña, su discurso del Buen Ejemplo y
sus sermones sobre el perdón, ponían de manifiesto su esqueleto
religioso, aunque una cosa son las creencias y otra el cumplimiento
de los derechos y las leyes, como dijo la ministra Olga María del
Carmen Sánchez Cordero de García Villegas, cuando votó en la
Suprema Corte en favor de despenalizar el aborto. Quizás por ello, o
simplemente por la ingenuidad, o por la ilusión, uno esperaba que
solo fueran expresiones coloquiales y de alguna manera metafóricas,
¡pero no!, resulta que el Presidente se cree a pie juntillas aquello
de que lo que atares en la tierra, atado quedará en el cielo y lo
que desatares en la tierra, desatado quedará en el cielo. Mas que
eso, sus actitudes son de pontífice: el puente entre lo terreno y la
justicia, entre la mentira y la verdad, entre lo fifí y la equidad,
y él, la encarnación de los valores perennes, y de paso el árbitro
final de cualquier discrepancia.
Mientras
sólo parecían ocurrencias, salidas más o menos chistosas, recursos
para no tomar el toro por los cuernos, no pasaban de ser actitudes
pintorescas a las que nos tuvo acostumbrados Vicente Fox, pero a
medida que han transcurrido los días el mesianismo del Presidente
de la República ha ido in crescendo, y se ha manifestado desde la
descalificación “prensa fifí”, hasta la homilía “seamos
laicos pero tolerantes”, hasta el menosprecio de los datos duros
“yo tengo otros datos”.
Dos
acontecimientos recientes me parece que son prueba de esa actitud
presidencial que, desde luego tiene una explicación popular: “el
que no tiene y llega a tener, loco se quiere volver” y otra que
tiene que ver con el funcionamiento endocrino. El poder, la sensación
del poder libera testosterona y otras hormonas asociadas. No es
infrecuente que los gobernantes sucumban a esa mezcla de
estupefacientes que solo los caracteres muy templados pueden soportar
y superar: la adulación, la zalamería, la tentación del adanismo,
y desde luego el pecado original: la soberbia, que no pocas veces se
oculta en la apariencia de una pretendida sencillez y austeridad
franciscana.
Hace
unos días la comunidad artística y cultural en torno al Palacio de
Bellas Artes, puso el grito en el Parnaso. El foro principal del
Palacio, con todo y telón de cristal, y con los ecos de Revueltas,
Moncayo, Chávez, Callas, Celibidache, y tantos otros, se había
facilitado para un homenaje al lider religioso de una de las mas
florecientes, extrañas y retardatarias iglesia evangelista, aunque
parece ser que el evangelio principal no es el de Jesús de Nazareth,
sino el del líder en turno, actualmente Jeuscristo Naason
Joaquín García,
Iglesia
del Dios Vivo Columna y Apoyo de la Verdad «La Luz del Mundo»,
con presencia en los cinco continentes, orgullosamente mexicana,
aunque se haya tenido que tomar prestadas algunas enseñanzas de la
Biblia y desde luego su simbolismo como el protolibro.
Guardadas
las debidas proporciones es algo así como que los, todavía muchos,
seguidores del Padre Maciel, hubieran contratado Bellas Artes para
hacerle una ceremonia religiosa de desagravio.
Los
grupos mas liberales, Juaristas incluidos, entre los cuales muchos
sospechan que el presidente López Obrador no es un auténtico
juarista liberal, sino un conservador encubierto, pidieron la cabeza
de los dueños de la cultura en el país, o de perdida de las de las
Bellas Artes. Quizás sea exagerado, pero seguramente nadie vería
con buenos ojos un concierto en beneficio del obispo Onésimo Cepeda
o del abad Whilhelm Shullenberg, los gobiernos habían mantenido la
sana distancia y aunque haciéndose de la vista gorda se permitían y
practicaban evidentes actos de culto público, no es lo mismo San
Juan Diego que Jesucristo Naason, aunque sepamos que por su confesión
religiosa el presidente López Obrador no cree en la Guadalupana,
menos en “Juan Dieguito, el mas humilde de mis hijos”.
En
la mañanera López Obrador no sólo minimizó el hecho, sino que de
plano dijo, si violaron la ley que ofrezcan una disculpa. Tan, tan.
El
otro hecho es la renuncia de Germán Martínez a la dirección del
IMSS. La jauría a sueldo que ya inició la persecución recuerda al
“Alazán Tostado”, Gonzalo N. Santos: sólo el de adelante sabe a
que le ladra, pero nadie, menos Germán Martínez, por lo pronto,
puede renunciarle impunemente al Pastor Andrés Manuel López
Obrador.
No
sólo el tlatoani, sino el monopolio del Verbo. ¡Dios nos libre!.
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