LAS MAÑANERAS Y EL CHAYOTE
Las mañaneras como se le ha
llamado coloquialmente a las ruedas de prensa que convoca la
Presidencia de la República, todos los días a las 7 de la mañana,
contravienen de entrada la sabia sentencia de Joaquín Rodríguez
“Cagancho” quien afirmaba lapidariamente: “Negocio que no da
para levantarse a las once de la mañana, no es negocio”. Claro que
al Sr. Presidente le gusta madrugar y también le gusta, y mucho,
escucharse y ser escuchado, y la rueda de prensa matutina se plantea
como un ejercicio democrático y de transparencia. De alguna manera
ha cumplido su finalidad, pero también ha propiciado un desgaste de
la figura presidencial.
El que mucho habla mucho
yerra, reza un viejo refrán y los refranes son “evangelios
chiquitos” según la sabiduría popular. El pueblo es sabio, AMLO
dixit. No es posible que nadie, quizás ni siquiera Luis Echeverría
que tenía una mente y una capacidad de trabajo verdaderamente
excepcionales, pueda retener, manejar, argumentar, discurrir, etc.,
de todos los temas que tengan que ver con las acciones de gobierno y
que, con la mejor intención se someta a los interrogatorios del
fuego amigo y del no tan amigo. Un reportero con la mejor intención
puede deslizar una pregunta que, sin embargo en el momento y en el
contexto pueda resultar incómoda y poner en aprietos al Sr.
Presidente.
No ha sido infrecuente que el
madrugador Presidente, haya tenido que enmendar la plana a sus
colaboradores. El mal sabor de boca que ello deja, tiene el regusto
de que no hay adecuada comunicación entre los miembros de un equipo,
que por su naturaleza y finalidad, tendría que estar perfectamente
sintonizado y actualizado. Pero, podría ser peor, podría pensarse,
algunos lo piensan, que las enmiendas sobre la marcha responden no
tanto a una falta de información, sino a la deliberada práctica de
enviar, para decirlo coloquialmente, un “buscapiés”, y según la
reacción, actuar en consecuencia.
En un ejercicio como “las
mañaneras” es prácticamente imposible que puedan controlarse
todos los elementos, desde la selección de los invitados, el
señalamiento de algunos indeseados, la pertinencia de algunas
intervenciones, los deslices de funcionarios y desde luego la mala fe
de los caza errores, que son inevitables, y los que convierten en
errores expresiones poco afortundas o anfibológicas. Un ejemplo
claro fue la referencia de AMLO a la antigüedad de México como país
y la de sus instituciones, imprenta y universidad. Diez mil años,
dijo el Presidente, sin duda refiriéndose a las culturas
prehispánicas que poblaron la árido América, y que dejaron
vestigios de una cosmovisión y del conocimiento de formas de
construcción, de convivencia y de relación, dignas de admiración.
Otra cosa, también cierta, es la creación de la imprenta en 1539,
la primera en América y de la Universidad en 1554, una de las tres
primeras, para no entrar en discusiones. Sin embargo, ya saben
quienes, se apresuraron a unir los dos conceptos cómo si AMLO
hubiera dicho que la imprenta y la universidad databan de hace 10,000
años. ¡Tampoco!.
El hecho, sin embargo, de la
proliferación de memes, de las críticas de todo orden, de las
evidentes contradicciones, de la repetición hasta el cansancio de
los mismos clisés, etc., es que la imagen del Presidente ha sufrido
un desgaste, que se refleja en la opinión pública respecto de su
actuación. Es cierto que una buena cantidad del apoyo que tiene,
proviene de una convicción patólogica a toda prueba. Nada de lo que
haga podrá desvirtuar su imagen y la eperanza en el puesta. Cierto
también que hay una buena cantidad de mexicanos que descreen y
desesperan de la personalidad y de las acciones de AMLO. Queda un
amplio sector que votó por él, por la esperanza de un cambio y por
la desesperación de lo que habían sido nuestros gobiernos, esos, me
parece, son los que se están erosionando.
Lamentable también que las
mañaneras en cierto sentido se haya convertido en un banquillo de
acusaciones, en donde sin posibilidad de réplica, el Presidente
descalifica, humilla, satiriza, amenaza, regaña y reafirma la
posición presidencial, herencia de un régimen autocrático que no
desmerece en las actuales manos. Posición privilegiada de fuerza,
que no de autoridad. Uno piensa que la principal responsabilidad de
un gobernante es propiciar la unidad de los gobernados y buscar el
consenso para un proyecto de gobierno. José Fuentes Mares solía
poner el ejemplo de los EE.UU., que no obstante la alternancia de
partidos, siempre han tenido clara su vocación de líder mundial, su
papel de policía del mundo y su destino manifiesto por su origen
puritano. México, por el contrario, cada seis años se reinventa o
se pretende reinventar. Así se trate del mismo partido, así sean
cercanos colaboradores, así hayan trabajado aparentemente en un
mismo sentido, tomada la protesta el nuevo presidente lo primero que
hace es “desborrar” todo lo anterior y empezar un país a partir
de cero. No es novedad.
Una de las graves
adolescencias de nuestra vida política es la ineficacia de los
controles. No obstante que se han venido creando mecanismos para
acotar los actos arbitrarios de la autoridad, el ejecutivo ha
encontrado las formas para finalmente hacer prevalecer su fuerza. Sin
embargo, mal que bien, el Poder Judicial de la Federación, los
organismos autónomos como Transparencia, Derechos Humanos, Banco de
México, y otros se habían venido fortaleciendo, logrando una
aproximación real a un estado de derecho. Dentro de esos mecanismos
de control la prensa, y su única arma: la libertad de prensa juega
un papel fundamental. Cuando los otros controles fallaban, la prensa,
las plumas críticas, las opiniones fundadas invitaban a la
reflexión.
El
Presidente ya había golpeado duramente a los organismos públicos
que por ley realizan funciones de control. Una campaña bien pensada,
bien orquestada y dirigida a acrecentar la desconfianza popular, ha
mermado la presencia en la vida pública de esos controles. Faltaba
la prensa. Ya lo había anunciado descalificando a algunos medios con
epítetos y descalificaciones personales. La última arremetida fue
el dar a conocer una lista de “villanos favoritos” acusados de
eventualmente recibir “chayotes”. Pero no agarró parejo, su
lista a todas luces fue selectiva. La intención es clara:
amedrentar, descalificar, exhibir y restar credibilidad.
La
respuesta tendrá que ser necesaria para la supervivencia de la
democracia en México. El papel de la prensa es insustituible, pero
debe ser complementado con una lectura crítica, que separe el grano
de la paja.
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PISAR CALLOS…
ResponderEliminarA mucha gente la molesta la mañanera.
Se prefería todo en lo obscurito o por medio de heraldos
A los veladores si se duermen los corren