Tres asideros para entender el tiempo mexicano actual
N.B.
El editor y el amable lector entenderán mi perplejidad ante la
situación actual del país y mi apelación a tres visiones críticas
para tratar de comprender...
Discurso sobre la legislación de
los antiguos mexicanos
Francisco León Carvajal
“No hay ni ha habido en el mundo
un solo pueblo, como tampoco un sólo hombre, en cuyo carácter no
pueda notarse rasgos contradictorios; pero la heterogeneidad del
carácter mexicano es demasiado notable. Eran esos hombres sumamente
frugales, ningún atractivo tenía para ellos el oro y la riqueza, y
al mismo tiempo aficionar hicimos a adornarse con profusión y
devorados por la sed de conquistas: tiernos con sus familias, y
crueles en los castigos que daban a sus hijos, a la par que solícitos
en educarlos: benignos con sus esclavos, y feroces con sus cautivos:
blandos en el hogar y sanguinarios en el templo: pródigos de su
propia sangre las penitencias que asciende a sus dioses, crueles
consigo mismos cuando se dedicaban con tesón al trabajo, y al propio
tiempo inclinados naturalmente a la ociosidad: terribles e
implacables en la guerra, y mansos y generosos con el enemigo queda
tiempo pedía la paz, aunque les hubiera hecho los mayores agravios:
naturalmente serios y taciturno, y alegres hasta el exceso sus
fiestas y regocijos: fieros en sus querellas y en sus venganzas, y a
Fabila hicimos y complacientes con sus amigos y aliados, humildes y
sumisos hasta el fanatismo con sus superiores y en especial con sus
monarcas. No tenían pasiones jugosas, pero sí muy pertinaces;
difícilmente se las excitaba, pero encendidas una vez, más fácil
que extinguir las hubiera sido la pagar un monte en combustión o
detener el curso de un torrente; y por esto cuando llegaban a
contraer un hábito pernicioso, antes que arrancárselo podía
arrancárseles la vida. Esto hizo decir el escritor moderno, que la
índole de los mexicanos antiguos era más arrogante y feroz que la
de casi todas las razas de Anáhuac; y que a la vez lo contradictorio
heterogéneo de su original y su carácter es sólo exactamente
comparable a la maravillosa temperatura de su patria, en pocas leguas
cuadradas hace brotar a un tiempo todas las producciones de los
siervos del norte, de las zonas templadas y el clima abrasador de la
Arabia.”
Máscaras
Mexicanas
Octavio
Paz
“La
simulación es una actividad parecida a la de los actores y puede
expresarse en tantas formas como personajes fingimos. Pero el actor,
si lo es de veras, se entrega a su personaje y lo encarna plenamente,
aunque después, terminada la representación, lo abandone como su
piel la serpiente. El simulador jamás se entrega y se olvida de sí,
pues dejaría de simular si se fundiera con su imagen. Al mismo
tiempo, esa ficción se convierte en una parte inseparable —y
espuria— de su ser: está condenado a representar toda su vida,
porque entre su personaje y él se ha establecido una complicidad que
nada puede romper, excepto la muerte o el sacrificio. La mentira se
instala en su ser y se convierte en el fondo último de su
personalidad.
“Simular
es inventar o, mejor, aparentar y así eludir nuestra condición. La
disimulación exige mayor sutileza: el que disimula no representa,
sino que quiere hacerse invisible, pasar desapercibido, sin renunciar
a su ser. El mexicano excede en el disimulo de sus pasiones y de sí
mismo. Temeroso de la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve
sombra y fantasma, eco. No camina, se desliza; no propone, insinúa;
no replica, rezonga; no se queja, sonríe; hasta cuando canta —si
no estalla y se abre el pecho— lo hace entre dientes y a media voz,
disimulando su cantar:
“Quizá
el disimulo nació durante la Colonia. Indios y mestizos tenían,
como en el poema de Reyes, que cantar quedo, pues "entre dientes
mal se oyen las palabras de rebelión". El mundo colonial ha
desaparecido, pero no el temor, la desconfianza y el recelo. Y ahora
no solamente disimulamos nuestra cólera sino nuestra ternura. Cuando
pide disculpas, la gente del campo suele decir: "Disimule usted,
señor". Y disimulamos. Nos disimulamos con tal ahínco que casi
no existimos.
...
“No
sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y
fantasmales; también disimulamos la existencia de nuestros
semejantes. No quiero decir que los ignoremos o los hagamos menos,
actos deliberados y soberbios. Los disimulamos de manera más
definitiva y radical: los ninguneamos. El ninguneo es una operación
que consiste en hacer de Alguien, Ninguno. La nada de pronto se
individualiza, se hace cuerpo y ojos, se hace Ninguno.
“Don
Nadie, padre español de Ninguno, posee don, vientre, honra, cuenta
en el banco y habla con voz fuerte y segura. Don Nadie llena al mundo
con su vacía y vocinglera presencia. Está en todas partes y en
todos los sitios tiene amigos. Es banquero, embajador, hombre de
empresa. Se pasea por todos los salones, lo condecoran en Jamaica, en
Estocolmo y en Londres. Don Nadie es funcionario o influyente y tiene
una agresiva y engreída manera de no ser. Ninguno es silencioso y
tímido, resignado. Es sensible e inteligente. Sonríe siempre,
Espera siempre. Y cada vez que quiere hablar, tropieza con un muro de
silencio; si saluda encuentra una espalda glacial; si suplica, llora
o grita, sus gestos y gritos se pierden en el vacío que don Nadie
crea con su vozarrón. Ninguno no se atreve a no ser: oscila, intenta
una vez y otra vez ser Alguien. Al fin, entre vanos gestos, se pierde
en el limbo de donde surgió.”
¿Quiénes
somos? Algunas aproximaciones a la “mexicanidad”
Jaqueline
Jonguitud Zamora
“Plantear
la existencia de una mexicanidad ha sido desde los primeros
intentos
sumamente
complejo. Ello no sólo por la naturaleza misma de la investigación,
sino también porque la mexicanidad se integra de diversas, e
incluso, contradictorias realidades y manifestaciones. Por ello no es
extraño encontrar clasificaciones que pretenden mostrar las
particularidades por grupo al interior del país.
“Nuestro
componente indígena con sus propias inclinaciones fue minusvalorado
y
en
su lugar se impuso la cosmovisión española lo que implicó
frustración, miedo e
incertidumbre
respecto a continuar con los propios rasgos o “aceptar” los
impuestos.
“Por
lo que el imitar se convirtió en un medio de sobrevivencia o de
participación no vergonzosa dentro del nuevo contexto. El pretender
imitar primero a los españoles, luego a los franceses y más
recientemente a los estadounidenses sólo ha sido el resultado del
sentimiento de inferioridad entremezclado con los sentimientos de
admiración [amor/mestizaje]-odio experimentados respecto a los
conquistadores.
“Riding
y Lewis han destacado por su parte la tendencia del mexicano a solo
vivir
el
momento sin pensar en el futuro. Ligada a esta tendencia puede
ubicarse una
característica
más que han destacado Benítez, Rodríguez, Riding y González; esto
es, la marcada inclinación a la corrupción. Los mexicanos,
señalan algunos de estos autores, ubican al esfuerzo en última
instancia y anhelan la obtención de las cosas de manera fácil, sus
relaciones se guían más por el pragmatismo que por la ideología y
por el poder más que por la ley.
“En
el anterior sentido cabe destacar que desde 1995, año en el que
Transparencia Internacional empezó a realizar sus estudios de
percepción de la corrupción en el mundo, nuestro país no ha podido
pasar, en una escala de 1 a 10, de la calificación de 4 (nuestra
calificación más alta: 3.6 según los reportes 2002, 2003 y 2004).
“Más
allá de la “percepción” Transparencia Mexicana informó que
entre 2005 y
2006,
con base en una muestra de un poco menos de dieciséis mil personas,
en México se registraron 115 millones de actos de corrupción en los
últimos doce meses (partiendo de octubre de 2005) lo cual representa
poco más de 19 mil millones de pesos. Siendo los actos de corrupción
más comunes los de evitar ser infraccionado o detenido por un agente
de tránsito; evitar que el coche sea llevado al corralón o sacarlo
de él, y pagar por estacionar el coche en vía pública en lugares
controlados por personas que se apropian de ellos.
“El
hermetismo como recurso del recelo y la desconfianza, la resignación,
paciencia
y disposición al sufrimiento, la falta de organización, la fácil
derrota, el respeto
que raya en la abnegación, el fatalismo, el individualismo y el
egoísmo social,
la creatividad, el constante intento de huir de la realidad, el amor
por el formalismo,
inclusive vacío de contenido, la ambivalencia amor-odio hacia la
figura femenina son, entre otros, algunos de los elementos que los
especialistas han identificado como característicos de nosotros los
mexicanos.
“Evidentemente
los planteamientos abordados en los puntos anteriores no deben
llevarnos a una especie de determinismo irracional sino mas bien
deben invitarnos a reflexionar a que actitudes, eso es que procesos
mentales individuales están condicionando tanto nuestras respuestas
activas como potenciales, en el contexto nacional. Al respecto se ha
sostenido que los mexicanos deberíamos aceptar nuestra diferencia
con todo lo positivo y negativo que conlleva, pues ello implicaría
perder el miedo y la vergüenza que se nos impuso. Se requiere
entonces de una autocrítica no denigrante, ni minimizadora, sino
objetiva de lo que somos y de lo qué pretendemos ser.
“En
el anterior sentido es sumamente importante distinguir entre lo real
y lo posible; es necesario reconocer –como diría Paz- que en cada
hombre late la posibilidad de ser o, más exactamente, de volver a
ser otro hombre.”
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