MODESTA PROPUESTA: IMPUESTOS (SALUDABLES) AL ASESINATO


El gobierno de la 4T está al borde de la quiebra. Las mentiras en la “mañagüeva” podrán servir como distractor para una población que ha sustituido otros cultos por el de la Sra. Pte., “agradecidos” porque no les deje morir de hambre, en vez de promover cambios que propicien el crecimiento del país, (este año con trabajo llegaremos a 1% en vez de lo que cacareó AMLO), la presidencia se ha limitado a repartir sus limosnas que le aseguran, por lo menos, que en las encuestas mantenga un nivel de popularidad suficiente para su ego, aún cuando la calificación general de su gobierno apenas libre la reprobación.

Ante la necesidad de captar dinero, luego de que entre su mentor y ella, acabaron con todos los fondos, fideicomisos y reservas acumuladas por los gobiernos que llaman neoliberales, quebrantó su promesa de no incrementar los impuestos y su cámara de subyugados le aprobó nuevas cargas impositivas que, justifica con una campaña en todos los medios, con la máscara de la “alianza por la salud” o algo por el estilo, calificando como política patriótica el aplicar impuestos para, bebidas azucaradas que, lamentable, pero realmente son básicas en la ingestión de calorías para una buena parte de la población.

Seguramente en breve se propondrá poner con letras de oro en la Cámara de Diputados la inmortal frase de la Sra. Pte.: “si no quiere pagar impuestos en vez de 30 refrescos compre 29” adornada con la sonrisa congelada presidencial. Si no fuera porque ya se repartieron los premios Nobel de este año, el de Literatura hubiera sido para Sheinbaum por esa frase para los bronces.

Los constituyentes, que fueron un grupo de optimistas ciudadanos que confeccionaron un compendio de reglas, mínimo para la convivencia y organización del país, que se conoce como Constitución, aunque más bien se desconoce, porque del texto original poco ha quedado y como decía Emilio Krieger, las reformas (cerca de 800) se pueden clasificar con tres “íes”: ingenuas, inútiles e imbéciles, sólo reconocerían pequeñas partes del texto original, entre ellas la fracción IV del artículo 31: Los ciudadanos están obligados a contribuir al gasto público en la forma proporcional y equitativa que fijen las leyes. Los impuestos particularmente son para el gasto público, no para espantar ciertos consumos, no para desalentar algunos espectáculos, no para atemorizar a un sector de ciudadanos, no para amenazar a grupos sociales. No, los impuestos son para cubrir el gasto público, no debieran ser para cubrir la corrupción que en los últimos siete años se ha disparado como nunca, y que se han triplicado: los que cobra el gobierno, los que cobran grupos delincuenciales y los que se cobran de manera disimulada a través de “diversiones” aparentemente inocuas pero que en realidad incrementan una grave patología personal y social: la ludopatía.

Pero, ¡basta de lamentaciones! Sin duda tenemos el gobierno que merecemos, o más bien, algunos tenemos que soportar el gobierno que la mayoría merecen por apáticos, convenencieros y acomodaticios. ¡Qué se le va a hacer!

Visto pues la nueva visión de los impuestos, que va mucho más allá de contribuir al gasto público sino también orientar, corregir y enderezar a la sociedad, se me ocurrió (¿por qué nomás los políticos han de tener ocurrencias?) aprovechar la natural inclinación al mal que nuestra sociedad ha mostrado en los últimos tiempos, valerse también de la proclividad a disfrazar la realidad e inventarse otros datos y aceptando la incapacidad del gobierno para controlar la violencia en general y la delincuencia organizada, pues servirnos de todo eso y crear “impuestos a la delincuencia”. Especialmente podría establecerse impuestos para ciertas figuras delictivas que son muy socorridas y que está visto que no podrán ser controladas en un futuro próximo.

Si, por lo que se ve, no importa que se envenene a la juventud siempre que se paguen impuestos, no importa que se incida en una de las morbilidades más graves y pandémica en el país, y no es relevante que se pierdan honras, capitales y se arruinen familias siempre que contribuyan al gasto público, la solución para la grave crisis económica del país está a la vista.

Propongo modestamente la creación de un impuesto a los asesinatos. Desde luego implicará un estudio no muy a fondo pero que además tiene base legal. Si en materia laboral la vida de un trabajador esta valuada en dos años de salarios mínimos, pues se tomaría esa base para el impuesto. Ora, que si les parece mucho se puede establecer en UMAS, como hizo la presidencia municipal de Aguascalientes para reducir la exención, en vez de salarios te exento en UMAS y capto mas. Aquí operaría al revés, para no desanimar a los asesinos ni acabar con la gallina de los huevos de oro, la base se podría poner en UMAS. Por supuesto que el pago de este impuesto se tomaría a cuenta para la declaración anual. La policía podría transformarse en cobrador de alcabalas mortuorias, alcabo de todas maneras no resuelve los crímenes, así aumentaría la captación y no habría necesidad de esquilmar a la población aumentando prediales o derechos. Con la ventaja adicional que nuestros policías tendrían menos riesgos y sobresaltos y podrían dedicarse sin temor a participar en las redes sociales, que es su ocupación favorita.

No tendría nada de extraño gravar actividades ilícitas, sólo que se haría abiertamente y con ventaja para todos, especialmente para el gasto público. Las desapariciones también habría que cargarlas con un impuesto, quien quite y prefieran mostrarlas y contarlas como homicidios que, cómo dijo en memorable declaración un Obispo de Aguascalientes, las limosnas de los narcos al llegar a la Iglesia se purifican. Así los impuestos por delitos al llegar a las arcas públicas se legalizan. Como cualquiera con cierta perspicacia podrá notar se gravan muchas actividades en los límites de la licitud.

La propuesta, mientras más la pienso me parece más factible, las Cámaras no serían obstáculo para que la aprobaran, con sólo dos pequeños detalles, presentar la propuesta en muchas hojas, para que no las lean, a lo que ya están acostumbrados, e invitar a algún grupo musical para que amenice la sesión y la votación fluya.

Sólo veo un inconveniente que podría eventualmente ser muy serio. Quizás nuestros políticos y autoridades, militares, paramilitares, policíacas, etc., prefieran seguir obteniendo sus ingreso como hasta ahora y no legalizando las actividades ilícitas. Mejor a mi bolsa, que al erario.

Lástima Margarito, parecía una buena idea.

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