¿VIOLACIONES GRAVES A LA LEGALIDAD?: OTRA VEZ AMLO



El que no sabe bailar le echa la culpa al piso” refrán.

Para la historia clínica del Presidente de la República dos exabruptos recientes. Es cierto que el que mucho habla, mucho yerra. La verborrea suele ser ocasión de pifias y a esas ya nos tiene acostumbrados, tanto que las de sus denostados antecesores resultan pajas en el ojo ajeno, frente a las que AMLO ha proferido. Sus intervenciones suelen caracterizarse por conductas que de no ser el Presidente de la República serían delictivas, o por mejor decir comete delitos que no son punibles porque goza de impunidad en términos del artículo 108 de la Constitución Política de los E.U.M. que en la porción normativa correspondiente (así dicen los Ministros de la Corte) señala: El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la patria y delitos graves del orden común.
Sus injurias, sus calumnias, sus difamaciones son cotidianas, se escuda por supuesto en la impunidad de que goza, pero es probable que algunos de sus comportamientos pudieran constituir delitos graves: tarde o temprano se harán cuentas del manejo de la pandemia y de la crisis económica en que está precipitando al país y quizá lo mas grave constituya la incitación a la violencia en que incurre al señalar a grupos importantes de mexicanos de forma peyorativa y al enfrentarlos con los grupos de sus seguidores, al responsabilizarlos, si bien sea, retóricamente de todos los males que ocurren al país.
La división existía, siempre ha existido, desde que existe México, es decir desde la fundación de la Nueva España, y existía en los pueblos prehispánicos que ahora llaman originarios, aunque sabemos de las sucesivas migraciones y mestizajes, los olmecas, los toltecas, los diferentes grupos nahuas, etc., pero ahora el Presidente la está transformando en enfrentamiento, porque seguramente, el enfrentar grupos de nacionales le viene como “anillo al dedo” para eventualmente dictar u obtener del “lacayaje institucional” las medidas autoritarias justificables por el desorden que él mismo promueve.
Los exabruptos de la pasada semana son: la confesión, sin venir al caso, de que él dio la orden de liberar al hijo del “Chapo” Guzmán durante el llamado “Culiacanazo”, el otro, desde el punto de vista de sus posibles consecuencias, mucho mas grave, la denostación pública de uno de los órganos constitucionales autónomos mas relevantes: el INE y el anuncio de su intención de interferir en las elecciones al “vigilar personalmente” a la institución que tiene las atribuciones para organizar y supervisar las elecciones. Ambas conductas, a mi manera de ver pueden ser constitutivas de violaciones graves a las leyes de nuestro país.
La confesión extemporánea es digna de reflexión. La conducta en sí misma es ilegal, aunque se ampare en una condicional contrafáctica, “si no lo hubiera hecho, habrían muerto por lo menos doscientas personas”, pero ¿qué necesidad de exhibirse como un perpetrador de ilegalidades y un mentiroso y exhibir a miembros del lacayaje institucional, luego que se había establecido la “verdad histórica” de que el Consejo de Seguridad había tomado la decisión? Si es cierto lo que dice el Presidente, entonces él, mintió ante la nación, mintió el Secretario de la Defensa, mintió el inepto Secretario de Seguridad Pública incluso ante el Senado. No encuentro explicación sino en el DSM-5 como una actitud patológica: “Yo fui, ¿y qué?”. Desde luego en el caso quedan pendientes de responder muchas preguntas, la primera: ¿Quién ordenó la fallida operación? Y de allí pa’l real hasta fincar responsabilidades, pero eso no podrá ser, sino hasta la 5T.
El segundo exabrupto es seguramente mas grave porque actualiza por una parte y anticipa, por otra, uno de los rasgos patológicos de la conducta presidencial: un complejo de persecusión: el “compló”, la “boa”, y proximamente el INE que no es confiable para manejar de manera “honesta” las elecciones, ya repetidas veces AMLO ha insistido en que prefiere una persona honesta aunque inepto, a partir de una peculiar valoración de “honestidad” en la cual entran sin problema desde “La maestra”, “Napito”, “El señor de las ligas”, “El ex tesorero”, “El línea 12”, “El señor de las casas y los ventiladores” y últimamente la familia “Caquerman”. Si los consejeros del INE no aceptaron reducir sus percepciones son “fifís y deshonestos”.
Los ataques empezaron hace algunos meses, es mentira que le preocupen los resultados del pasado, al Presidente le preocupan los del futuro, al no poder lograr que el INE se plegara a sus caprichos, vino una intentona intervencionista con la creación de una NOM norma oficial mexicana para regular las elecciones, a través de una disposición administrativa pretendía controlar el proceso electoral, el INE se defendió. Ahora abiertamente el anuncio del intervencionismo. El Presidente quiere tener el control del “árbitro” para las próximas elecciones que serán cruciales para su dictadura.
No debemos olvidar que en la moderna teoría constitucional ya no se habla de poderes sino de funciones del gobierno, una de ellas fundamental el constituyente permanente se la ha encargado a un “órgano constitucional autónomo” el INE, atentar contra él es, ni más ni menos, atentar contra una de nuestras decisiones políticas fundamentales, contra la democracia y contra la república.
Hay que defender el INE ahora y no después de ahogado el niño pretender tapar el pozo.

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