Giordano
Bruno y las nuevas inquisiciones.
Para
Juan y Esther.
Antier,
17 de febrero, se cumplieron 420 años de la quema en la hoguera de
Giordano Bruno en la Plaza de Campo dei Fiori en Roma. Despojado de
sus ropas y desnudado y atado a un palo...con la lengua...aferrada en
una prensa de madera para que no pudiese hablar...quemado vivo en
cumplimiento de la sentencia dictada por el Tribunal Romano de la
Inquisición, tras un proceso iniciado en Venecia en 1592, en que se
le declaró hereje anticristiano, reo de plantear una nueva
cosmología fundamentada en el heliocentrismo, el movimiento de la
Tierra, el universo infinito y la pluralidad de mundos animados. La
reforma cosmológica se presentaba también como una reforma moral
religiosa que pretendía poner fin a un período de
ocultación de la verdad, restaurando la antigua sabiduría
egipcio-pitagórica-platónica atribuyendo carácter divino al ser
humano. La “Cena de las Cenizas” fue la obra que publicada en
1584 propiciaría la reacción de la Iglesia que culminaría con su
proceso y ejecución. El nombre de la obra, según el propio Bruno
proviene de una cena celebrada el miércoles de ceniza de 1584, (14
de febrero) en la residencia de Fulke Greville en Whitehall, en que
en la sobremesa se discutió sobre la obra de Copérnico, pero
también alude sin duda, al final del ciclo de tinieblas introducido
por la filosofía vulgar y el cristianismo, fin del error y del
vicio.
420
años parecen muchos años y sin embargo los procesos y las condenas
por las ideas, opiniones y creencias, por su manifestación y
divulgación, no han desaparecido y por el contrario renacen con
nuevos y pavorosos rostros, pero utilizando los mismos instrumentos:
la amenaza, la intimidación, la violencia, las alianzas con poderes
fácticos, el fanatismo, la ignorancia y, sobre todo, el “monopolio”
de la verdad y el “usufructo exclusivo” de la justicia y sus
instrumentos.
Rostros
como la prensa, la tradicional y la “nueva”, las redes sociales,
los grupos de poder “tradicionales” y los “nuevos” grupos de
poder, la tecnología cibernética, en sus varias modalidades:
espionaje, jaqueo, boteo, etc., y las gemeinschaft y gessellschaft,
corrientes sociales que utilizan desde la persuasión subliminal
hasta la amenaza y el chantaje.
Conviene
antes de continuar con mi “parloteo escrito”, abusando de la
paciencia del lector, que es de los pocos abusos que a estas alturas
me permito, precisar que en mi opinión y hasta donde las fuentes
históricas lo muestran y demuestran, el Tribunal de la Inquisición
(Sagrada Congregación para la propagación y defensa de la Fe) si
bien fue una institución temible y temida, dista mucho de ser el
monstruo que quiso hacer creer la campaña victoriana de
desprestigio, que emprendieron los países sajones contra el
catolicismo. En una sola cacería de brujas se condenaban y
ejecutaban a muerte en Inglaterra y EE.UU., mas brujas que en muchos
siglos de la Santa Inquisición, baste señalar que en los 8 siglos
de su existencia en España los autos de fe con condena a muerte no
pasaron de 800, aproximadamente uno por año. En la Nueva España,
según los registros no llegaron a 100. No es el punto la defensa de
la Inquisición que juzgada en su época es muy defendible, ya habrá
ocasión para ello, sino partir del paradigma de la Inquisición como
un tribunal secreto, severo, inapelable, sin defensa posible,
inconmovible que cumplía su cometido de la mano de la amenaza, el
temor, el dolor y el chantaje.
Hace
no muchos años Salman Rushdie escritor hindú (así se decía) luego
nacionalizado británico escribió una obra que desató la ira de los
sacerdotes y los fieles musulmanes: “Los versos satánicos”, que
sostenía heréticamente que el profeta Mahoma que no sabía leer,
dictaba por la inspiración del Innombrable los versos sagrados a un
amanuense que pérfidamente los transformaba. La palabra sagrada,
pues, era la palabra del amanuense. El Ayatollah Khomeini le condenó
a muerte, casualmente un 14 de febrero, lo que le ha obligado a
llevar una vida mas o menos a salto de mata.
Julian
Assange fundador de Wikileaks el periódico que se caracterizó por
dar a conocer información “secreta” o clasificada por las
entidades públicas, que en principio significaba una hazaña de
democratización con la publicación de la información que: debería
ser pública, según conviene a una “república”. Algo así como
lo que en la antigua Roma intentó Cneo Flavius al robar las legis
actions al Colegio de Pontífices. Assange sufrió la persecución
del establishment, logró el asilo de Ecuador y luego,
inexplicablemente su entrega y subsecuente prisión. Actualmente
languidece en una cárcel inglesa luchando por no ser extraditado a
EE.UU..
Hace
poco mas de 4 años, fundamentalistas islámicos juzgaron y
sentenciaron sumariamente a los editores y colaboradores del
semanario satírico francés “Charlie Hebdo”. Un par entrenado en
el manejo de armas irrumpió en las instalaciones de la publicación
y asesinaron a 12 de los colaboradores. La culpa: tratar irónicamente
temas que otros grupos estiman intocables, sagrados. La condena: a
muerte.
Tres
casos extremos me dirán, pero cada vez se multiplican los tribunales
y los juicios sumarísimos. La publicación “me too” que surge
como un medio de denuncia contra los abusos de patrones, maestros, o
cualquiera que ejerza algún tipo de autoridad sobre una mujer, se
convierte en un tribunal que condena sin salvación.
Los
“líderes de opinión” procesan y juzgan antes que los
tribunales, y se erigen en acusador, juez, tribunal de alzada y
ejecutor. Descalifican y expulsan de sus paraísos a los pecadores.
El
Presidente de la República monopoliza la palabra, la moral y la
justicia, y a su imagen y semejanza se multiplican los
chairotribunales en las redes. “Benditas redes sociales” pregona
AMLO. Los conservadores fifís son defenestrados y ni su espontánea
cooperación para la rifa del avioncito de papel los redime.
Aún
hay mas, por citar a los clásicos. En éste nuestro México actual,
hay palabras impronunciables, hay opiniones impublicables, hay
juicios informulables, so pena de provocar la reacción de las
Inquisiciones, los inquisidores y las inquisidoras poseedores de la
verdad, usufructuarios de la justicia y tenedores de la fuerza.
Como
diría Olaf, del escuadrón del Halcón Negro: “Sacre bleu, le
Terreur”.
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