¿POR LA UNAM HABLARÁ LA RAZA?
“Hemos
destruido la conjura,
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.”
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.”
Tlatelolco
68, Jaime Sabines.
La
Universidad Nacional Autónoma de México es una de las instituciones
mas “icónicas” (como dicen los “comunicadores” actuales) de
nuestro país, y también, como muchas de nuestras instituciones
tiene sus mitos, algunos de tamaño respetable como para constituir
mitotes. Uno de ellos tiene que ver con su antigüedad, disputando
con la San Marcos de Lima y con la Dominicana, el ser la mas antigüa
de América. La de México se fundó en 1554 pero se acabó, se
terminó, se cerró, se clausuró, durante el gobierno del licenciado
Benito Juárez, porque la consideraba un reducto de pensamiento
conservador, de ese tamaño era el jacobinismo del benemérito de las
Américas, epíteto que le adjudicó el gobierno de Colombia
a
instancias de nuestros O-dios vecinos.
Varias
décadas después el desprestigiado, también oaxaqueño, general
Porfirio Díaz, determinó crear una universidad que fue la
Universidad de México y designó como su primer rector a Don Justo
Sierra
(nótese
que a este señor si le puse “don”) de la que por cierto fue
luego rector el destacado aguascalentense Ezequiel Adeodato Chávez.
Veinte años adelante de su fundación y ante la perspectiva de
movimientos políticos “se” (quizás me de Dios licencia de en
artículo posterior detenerme en la autonomía de la universidad
nacional), gestó la idea de promover su autonomía en la que
participaron prohombres importantes de la época y se pensó también
en un mecanismo de designación del rector, que excluyera el
asambleísmo y que permitiese (al menos en el papel) no someterse a
las presiones gubernamentales, uno de los diseñadores del mecanismo
fue Manuel Gómez Morín. Designado rector por aclamación en 1933
fue el promotor del primer estatuto y luego de una labor productiva y
una renuncia forzada, en 1945 fue designado integrante de la primera
junta de gobierno de la UNAM (grupo aristocrático que ha mantenido
con mas o menos buena fortuna, las sucesiones rectorales, en orden y
continuidad).
Las
universidades suelen ser un platillo apetitoso para los grupos
políticos y para los grupos sociales, poder incidir en la formación
de los jóvenes siempre ha sido un deseo de diferentes formaciones
sociales, porque ello da la posibilidad de continuar en el futuro con
una manera de pensar, de actuar y a través de ello, controlar. El
Dr. Alfonso Pérez Romo lo dijo cuando se buscaba la consolidación
de la UAA con una expresión amorosa “hay que cuidarla porque es la
muchacha mas bonita del pueblo”. Lo deseable es que se cuidara
sola, pero son tantas los intereses, no siempre transparentes, que es
necesario que la comunidad que le dio origen también empeñe todas
sus capacidades en su conservación y mejoramiento.
La
UNAM ha sufrido como la mayoría de las universidades públicas,
atentados, asonadas, traiciones, pero en particular ha experimentado
un cataclismo en dos etapas durante el gobierno del presidente
Gustavo Díaz Ordaz, que para mal del país, permitió que sus
pasiones le desbordaran poniendo no sólo a la Universidad sino al
país entero al borde de un conflicto de proporciones nacionales. Sus
animadversiones se volcaron sobre la UNAM y en 1966 dieron lugar a un
movimiento que aparentemente surgido de un tema académico en la
Facultad de Derecho, escaló hasta proporciones que, forzaron con la
toma de la rectoría y la falta de apoyo de las instituciones, la
renuncia del rector Ignacio Chávez, con su caída se forzó también
la desaparición de un cuerpo de seguridad interna que, anatematizado
por intereses delictivos, constituía un freno a la comercialización
abierta de drogas que después ha proliferado en sus campus
universitarios.
El
68 constituyó no sólo un conflicto universitario sino un
parteaguas, en el que la tosudez y cerrazón de un presidente
autoritario y acomplejado, puso al borde de un conflicto nacional a
nuestro país. Tlatelolco seguirá siendo el pésimo ejemplo del
sacrificio estúpido de una juventud que acicateada por sus ideales
de libertad, democracia y justicia, buscaban una apertura que no se
dió, un gobierno que no cedió, apagó las ascuas libertarias con la
sangre de los jovenes masacrados en la Plaza de las Tres Culturas.
Tezcatlipoca en vez de Quetzalcóatl.
Basta
una chispa para incendiar la pradera decía el ahora tan
desprestigiado Mao Tse-Tung que soñó un sueño de tigre, un imperio
sobre adoquines adocenados de ojos rasgados. Las universidades son
praderas propicias para el incendio, los ninis no pasan por las
aulas, por eso resulta tan delicados los brotes de violencia que
periódicamente se presentan en ellas, y en particular en una de la
magnitud de la UNAM, ya lo vimos cuando Jorge Carpizo intentó
reorientar la participación de los estudiantes en el presupuesto
universitario, ya se ha visto cuando se ha buscado que la calidad
académica universitaria no se deteriore como se ha deteriorado el
resto de la educación en el país. Mantener ese monstruo académico
funcionando cuesta mucho esfuerzo, mucho trabajo, mucho dinero, no
sólo de los universitarios sino en general de los mexicanos, y sigue
siendo (tomando palabras prestadas) “la esperanza de México”.
Los
grupos delincuenciales que operan en la UNAM lo hacen a la vista de
todos, la distribución de drogas, el despojo de instalaciones por
grupos porriles, las pandillas y las porras que de porristas
degeneraron en porros, el aprovechamiento de las áreas
universitarias para el desorden y el delito ponen en riesgo a los
universitarios y en un descuido a todo el país, ¡De ese tamaño es
la UNAM!. Por ello también es delicada la actitud que las
autoridades, las universitarias y las civiles tomen en relación con
los brotes de violencia que recién se ha suscitado. Un periodista
“gatillero” ha señalado irresponsablemente al “presidente
electo” como el origen de las explosiones violentas. Las
contradicciones entre las autoridades de la UNAM y las de las
Procuradurías no abonan a una solución que pase por la legalidad
con respeto absoluto a los derechos humanos. La reunión en la cumbre
del Rector y del Presidente Electo sin duda causa escozor a los
“ultras” autonomistas. Ojalá que la cordura, la sensatez, la
legalidad y la autonomía prevalezcan.
Ojalá
que se logre desterrar a la “raza” antiuniversitaria y que por la
Raza Cósmica hable el Espíritu, y para ello será indispensable el
apoyo y la solidaridad de quienes abrevamos de ese espíritu.
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