La Santa Cruz de los Buenos Aires
“In hoc signus vinces” lema de Constantino I El Grande.
Entre las innumerables desgracias y
carencias que nos ha traído la modernidad con la conurbación, se encuentra la
drástica caída en la producción de pulque en la delegación de
Calvillito, demostrando de pasada que el proverbial encono entre los
ocho barrios que la conforman que no pocas veces ha dado lugar a
riñas interbarrianas, no
depende de la ingestión de “pulmón” o de algún otro sucedáneo
espirituoso, sino a que todo aquel que se precie de haber nacido en
algún barrio debe defender su identidad a capa y espada, o de
perdida, a guaparra y sombrero, que es lo que del ideal caballeresco
hemos preservado.
Inspirados
en el principio del Dr. Simio, los albañiles de Aguascalientes sin
pulque pero con algunos similares y sin duda los de todo México,
habrán amanecido el día de hoy “con la cruz a cuestas”
arrostrando “la cruda realidad” de un miércoles que debería
haber sido lunes (por aquello del San Lunes), luego de haber
celebrado ayer el “Día de la Santa Cruz” que es también desde
hace siglos, el día del constructor, del albañil, del alarife, o
comoquiera que se le designe. Caigo en la cuenta y para ello no hace
falta ni el Corominas, ¡vamos! ni siquiera el Agustín Mateos, que
la alcohólica etimología de la celebración sin duda alude a la
resaca (neuritis pos-etílica) conocida vulgarmente como “cruda”
o por su designación metafórica “cruz”.
Como año tras año desde mucho
antes de que los mas viejos de la comarca tengan memoria, en la
esquina de la calles Miguel
Barragán e Independencia, precisamente en uno de los mas antiguos
monumentos de la ciudad, el de la Santa Cruz, entre risas,
libaciones, chascarrillos y versos, se festeja el “Día del
Albañil”. Unos vecinos se han auto-nombrados los mayordomos de la
fiesta y preservadores no sólo de la tradición, sino también de
los restos astillados de la cruz original que, milagrosamente
preservó la integridad de un chilpayate que trepó hasta la cruz,
que no resistió su peso y vino a dar al suelo, de modo y manera que
a no ser por unos cuantos raspones y la diarrrea consecutiva al
susto, el muchacho de marras salió ileso. Aunque no falta quien
diga, con evidente poca mala fe, que el milagro hubiera sido mas de
celebrarse si le hubiese impedido subirse y por consiguiente no
astillarse y menos aun romperse.
No todos recuerdan que el monumento
se encontraba
en el embarcadero del estanque, justo al lado de uno de los ramales
del camino real, que pocas leguas adelante entroncaba con el camino a
Zacatecas, a su vez ramal del Camino de la Plata o Camino Real de
Tierra Adentro. Nada cuesta pensar que el nombre completo con el que
durante muchos años se le conoció era el de “La Santa Cruz de los
Buenos Aires” y ya entrados
en gastos, nada impide conjeturar y hasta resulta entretenido asumir
que estando en el embarcadero, el monumento se habría erigido en
homenaje a
Nuestra Señora de los Buenos Aires, advocación de la Virgen María
originaria de Cagliari, Cerdeña, posesión de
la corona española
en el siglo XVI,
protectora de los navegantes,
culto muy difundido entre los marinos mediterráneos de la época y
que diera origen también al nombre primigenio de la capital de
Argentina. De momento resulta ocioso ocuparnos de que andaría
haciendo un marino sardo en la altiplanicie mexicana.
Por
cierto, van 593 palabras pergeñadas apresuradamente sin que se
establezca la relación entre los albañiles y la Santa Cruz. Quiere
la leyenda y quiere bien, que el emperador romano oriental
Constantino derrotó a Marco Aurelio Valerio Majencio, emperador
romano occidental, luego de haberse aparecido en el cielo,
milagrosamente, a sus ejércitos un “crismón” según algunos, o
una cruz, según otros, aunque ambos signos aludían al cristianismo,
con la leyenda en griego “con este signo vencerás”
que como mi Remington no tiene caracteres griegos, no tuve mas
remedio que escribir en latín en el epígrafe de este articulejo.
Constantino ordenó que sus soldados pintasen el signo de la cruz en
sus armas y, como era de esperarse, con la ayuda divina derrotó al
pagano Majencio. Convertido al cristianismo (no era para menos)
Constantino encargó encarecidamente a su madre, Elena, después
canonizada, que emprendiese un viaje a Jerusalén con objeto de
localizar el sitio de la crucifixión y de ser posible encontrar y
rescatar la cruz original del suplicio de Jesucristo. Santa Elena
localizó el Gólgota y (aquí intervienen los alarifes), auxiliada
por algunos albañiles encontraron tres cruces. No en balde Don
Miguel de Unamuno afirmaba que la solución de todo problema acarrea
nuevos problemas. ¿Cómo discriminar? ¿Cómo identificar la cruz de
Jesucristo? Quiere la leyenda y quiere bien que para resolver el
enigma se usara a una mujer gravemente enferma que al tocar la
verdadera sanó de sus males.
El
monumento de la Santa Cruz de los Buenos Aires junto al templo de la
Medallita Milagrosa ha resistido el paso del tiempo, los embates de
la intemperie, pero no ha sido indemne al vecino que inopinadamente
empleó algunos albañiles (posiblemente descreídos o muy
necesitados) para construir una barda “andarina” que ha
“caminado” varios metros hasta ponerse a paño con el cuerpo del
monumento, convirtiendo temporalmente en simple detentación la
posesión de la ciudad. En el archivo histórico, para no ir mas
lejos, se conservan
fotografías en donde se
aprecia perfectamente que el monumento se encontraba al centro de un
espacio público, una plaza y que por lo tanto no era susceptible de
apropiación particular. Mas aún, con el ánimo doloso de
“legitimar” una mala acción, promovieron diligencias de
jurisdicción voluntaria, que, como cualquier abogado debería saber,
nunca causan estado, y por lo tanto no son oponibles ante el legítimo
derecho que tiene el Ayuntamiento para defender uno de los monumentos
mas antiguos y de mayor tradición de Aguascalientes. La Presidencia
Municipal tiene la palabra.
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