Felipe Calderón y el gran robo de contenedores.

La más reciente fechoría de el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, luego de haber inducido al mal a Checo Pérez, en el Gran Premio de Mónaco, al que no sólo acompañó a bañarse en la simbólica alberca del principado, sino que sin duda indujo a la bebida lo que culminó con un gran chófer de Fórmula Uno bailando con mujeres desconocidas, ha sido sin duda el gran robo de contenedores utilizados para transportar de forma masiva diversas mercancías, en el puerto de Manzanillo, que dicho sea de paso, es considerado ( expresión común que suelen utilizar los periodistas para no verse comprometidos) el mayor punto de ingreso al país de precursores químicos para la elaboración de drogas sintéticas. Todo por supuesto cárguese a la cuenta negativa de Calderón.

No todo es tan malo desde luego, ya el vocero de la coordinación de seguridad pública de Colima, en la que participan, por supuesto, el ejército, la marina, la guardia incivil nacional, las policías estatales y municipales y la fiscalía del Estado, dio a conocer que no fueron 20 los contenedores robados, sino solamente 16 y que no contenían oro y otros metales, aunque todavía faltan cuatro empresas de denunciar el robo y acreditar el contenido. Habrá mal pensados, yo entre ellos, que puedan creer que en los tales contenedores se encontraban productos útiles solamente para algunos laboratorios especializados que surten de drogas sintéticas al mercado nacional, que es un mercado fuerte y en constante expansión.

El robo, aunque malo por ser sancionado por el código penal, no deja de ser un motivo de satisfacción para el país, que cuenta no sólo con personas humanas buenas gentes que delinquen porque no han satisfecho plenamente su necesidad de abrazos, sino con delincuentes de la talla de los que perpetraron la hazaña colimense, que requirió de una logística sólo accesible a grupos disciplinados, capacitados y entrenados al más alto nivel. Si todo esto es imputable al expresidente Calderón, lo único digno de lamentarse, es que esas grandes habilidades no sean aprovechadas por nuestros cuerpos de seguridad que, dicho sea de paso, con el mayor de los respetos, requieren más que un presidente madrugador y un comité de ancianos desmañanados para garantizar la seguridad del país.

Colima, a la que sólo hacíamos en el mapa por el alfajor, los limones y la ola verde, empezó a adquirir notoriedad negativa por la violencia de algunos grupos criminales, de los que tuvimos noticia cuando nuestro ex fiscal de justicia fue a dar por allá. No mucho tiempo, es verdad, allá no lo aguantaron. De ser uno de los estados más tranquilos con lugares paradisiacos, con gente hospitalaria y generosa y una ciudad capital bella y acogedora, de repente se vio transformada en una especie de sucursal del infierno, donde uno de los puntos claves desde luego es el puerto de gran calado con su correspondiente aduana.

Un robo de la magnitud de éste, constituye un hito delincuencial, que por cierto, no ha resultado del interés del Presidente de la República, que no ha aludido a él en sus mañaneras, ni siquiera para ratificar la acusación contra Felipe Calderón y su cómplice Carlos Loret de Mola, que, como es sabido, gana mucho dinero y tiene varias casas. Manzanillo no es cualquier puerto, tiene una base naval, tiene una aduana importantísima, ahora a cargo también de la Secretaría de Marina, la presencia del ejército y de la guardia incivil nacional, se ha incrementado por la importancia misma del trabajo portuario y aduanal, y por como se han incrementado los hechos delictuosos, particularmente la violencia, homicidios y desapariciones. Si hay un lugar en que la presencia de fuerzas armadas es relevante, es precisamente Manzanillo. ¿cómo se explica entonces que pueda darse un hecho delictivo que duró varias horas, que implicó movimientos con grúas, desplazamiento de plataformas, personal capacitado y entrenado, un grupo de vigilancia y alertas, sin la connivencia de autoridades civiles y militares?.

Para alguien que no sea militante convicto de la cuatrote, que además esté seguro de que todos los males del país son atribuibles a Felipe Calderón, este robo debería ser algo así como la gota que derramara el vaso. Todas las canicas presidenciales las ha apostado a las fuerzas militares y paramilitares. La seguridad, su seguridad, sus proyectos claves, la distribución de vacunas, el orden público, etcétera, los puso en una sola canasta que ha dado magros resultados. En menos de una semana se ha conocido la aceptación por parte de los mandos militares y de marina del uso por la delincuencia organizada de armas y equipo reglamentarias que adquieren en el mercado negro. El almirante aceptó que a los marinos delincuentes no se les detiene sino sólo se les da de baja para que “vayan a delinquir a otra parte”. El grupo de elite, el de confianza, la marina armada, hace más agua que el barco de hormigón que mandó construir Heriberto Jara cuando fue Secretario de Marina.


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