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(Pregunta cuántica.- ¿En qué se parece el Merolico López Gatel al gato de Schrödinger: En que no podemos saber si está hospitalizado o está en su casa, por lo tanto está en su casa y hospitalizado al mismo tiempo.)

El delito de injurias se tipifica en el Código Penal Federal en el artículo 208: Es injuria la acción o expresión que lesionan la dignidad de otra persona, menoscabando su fama o atentando contra su propia estimación. Desde luego la redacción es bastante desafortunada, (en el “nuevo” Sistema de Justicia Penal parece que todo ha sido desafortunado). Un tipo penal en que se recurre a conceptos como dignidad, fama o estimación, de entrada está remitiendo para su valoración a criterios subjetivos, lo que plantea un problema complejo para integrar los elementos “objetivos” del delito, además introduce la palabra “lesionan” que en el mismo ordenamiento tiene una connotación de afectación a la salud. Todos elementos de difícil si no imposible comprobación. ¿Cómo se valora la lesión de la dignidad? ¿Para efectos penales que se entiende por dignidad? ¿Basta la lesión de la dignidad o tiene que aunarse al menoscabo de la fama y de la autoestima? ¿Cómo se cuantifica la fama? ¿Cuáles son los parámetros de la propia estimación?.

Recuerdo que mi querido maestro de Derecho Penal, Don Fernando Castellanos Tena, platicaba la anécdota de una señora que fue a presentar su denuncia ante la procuraduría de justicia por injurias. El agente del Ministerio Público le indicó que tenía que decir textualmente las palabras que le habían dicho para poder valorar su alcance y en todo caso la gravedad. La señora entonces le dijo: me gritó ¡Vieja camiona!. El M.P. minimizó el hecho y le señaló que eso no podía considerarse una injuria. Ella reaccionó: Es que usted no sabe la intención con que me lo dice. Si entiendo, contestó el M.P.: le dice eso en vez de la otra palabra, no haga caso. -No señor - insistió ella – Lo que me quiere decir es que cualquiera se me trepa por diez pesos -. Mi maestro señalaba con esta anécdota, por una parte la dificultad de valorar lo que a una persona le afecta y, por otra, la complejidad de comprobar lo que entonces se llamaba “cuerpo del delito” y hoy le dicen “elementos objetivos del tipo” o algo así. Adicionalmente comentaba que lo que en Alvarado, Veracruz, se consideraría un saludo normal, hasta cordial, en la región de los Altos sería tomado como una injuria que ameritaría un duelo para limpiar la afrenta.

El Código Penal de 1931, para el Distrito y territorios federales, en materia común, y para toda la República en materia federal decía: Artículo 348.-… Injuria es: toda expresión proferida o toda acción ejecutada para manifestar desprecio a otro, o con el fin de hacerle una ofensa. En mi opinión esta redacción, aún cuando adolece de elementos subjetivos, es mas afortunada. Me parece más fácil identificar una expresión o ademán de desprecio, que cuantificar el daño a la fama, y más sencillo identificar una ofensa que el menoscabo a la autoestima.

Como el lector perspicaz y los no tanto, también, habrán podido darse cuenta, todo ese preámbulo tiene que ver con el desagradable incidente que aconteció en el vuelo Guadalajara-México en que viajaba el presidente de la república éste fin de semana. Incidente que es del dominio público. La respuesta oficial a los medios: la farsa de que un ex-convicto eludió la vigilancia y los filtros para poder llegar hasta el presidente, recién iniciada su prédica mañanera en el salón Tesorería del Palacio Nacional, sólo se la creen los devotos de las telenovelas del señor Epigmeo, quien seguramente también es el autor de los guiones de la saga 4T, deja incólume el incidente que circuló un poco más rápido que las curvas que Biden envió y AMLO abaniqueó: El hecho es que un grupo de ciudadanos inconformes, en su cara o casi, que para el caso es lo mismo, le manifestaron desprecio y le hicieron una ofensa, pero el Código de 1931 ya no está en vigor.

El incidente ya no es un hecho aislado y no es tampoco una expresión de un grupo o una “clase” (conservadores o fifís, que dicho sea de paso también son expresiones de desprecio y ofensas), las grabaciones muestran, ¡benditas redes sociales!, las realidades que la prensa recibe instrucciones de minimizar o que estima preferible no magnificar. Claro ejemplo fueron las notas periodísticas que reportaron el incidente del vuelo: “mientras el presidente recibía el reconocimiento y felicitaciones de los pasajeros, al descender del avión un grupo de cinco personas le gritaron improperios que él, no registró”. Las redes evidenciaron otros datos, como la han hecho en las giras del presidente desde hace mucho tiempo, grupos que se acercan y son rechazados, manos tendidas que se estrellan contra los vidrios blindados (excepto una, desde luego), peticiones que se pierden en el aire, reclamantes que ni se ven ni se oyen, justas demandas que se desprecian (como el caso de la inundación de Tabasco, a la que el presidente contestó con un discurso en una locación convenientemente escogida para eludir la ira del pueblo bueno y sabio). Su propia gente, sus paisanos, del resto del país no se diga, ha subido cada vez más el tono del reclamo.

Ese es el punto. Lo del vuelo no se puede minimizar reduciéndolo a la falta de respeto a la investidura presidencial. Es, en todo caso la respuesta a la embestidura presidencial, que ha debilitado las instituciones, que ha devastado el sistema de salud, que ha desmantelado el sistema productivo, que ha estragado los organismos de control, que ha sojuzgado a los poderes y dejado muy maltrecha la democracia.

No nos equivoquemos, no fue un exabrupto de cinco personas, no se trató de lesionar la dignidad del presidente, menoscabar su fama o atentar contra su propia estimación, se trata de un justo reclamo por las acciones autocráticas e irresponsables, que están resquebrajando nuestro país, que, es el único que tenemos.


(DECLARACIÓN CONJUNTA BIDEN-AMLO: Se arregló que siempre no.- Las curvas que Biden envió, AMLO las abaniqueó. )


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