Bullidero XEBI: El payaso de las bofetadas.


Péguenme pero páguenme.

Luego de la increíble pero no insospechada declaración del Presidente, a estas alturas ya estoy convencido de que es capaz de cualquier ocurrencia, que para mal sus neointelectuales orgánicos morenistas le festejan, en el sentido de que está pensando cobrar impuestos por los “ataques” de sus adversarios, convencido como está de que es la víctima favorita de su villano también favorito, tan vago como inidentificable: el neoliberalismo. Después de que admirado me hube, recordé las palabras con las que según se cuenta el maestro Eduardo Rodríguez Laríz se notificó de una resolución judicial: “Oh sorpresa, jamás pensé que sentencia tal pudiera dictarse, apelo”.
Creo que en la historia moderna de México, quiero decir de la Revolución para acá, ningún presidente, ni siquiera el licenciado Pascual Ortiz Rubio, al que apodaban “El nopalito” había hecho una declaración de tan baja autoestima y de tal pobreza de ingenio. A Luis Echeverría se le inventaban declaraciones, pero eran impresionantes su agudeza, su inteligencia, su memoria y su capacidad de trabajo, las “declaraciones” que se le atribuían eran ciertamente la revancha, el consuelo tonto: al cabo te inventé eso. El caso del Presidente es patético, no se necesita atribuirle dislates, él los produce y, además, es prolífico. Algún tiempo pensé que eran intencionales, reducciones al absurdo, juegos de ironía, pero no, el Presidente no tiene eso, es como decía Juan García Ponce de Carlos Monsivais, una extraordinaria máquina de producir insultos, ah, pero Monsi tenía ingenio y gracia.
Rumiando la declaración presidencial, y lo repito concientemente rumiando, para darles a los que ya saben ustedes, argumentos para descalificarme, por la noche del día de la infausta mañanera, recordé el título de una prosa poética de León Felipe: “El payaso de las bofetadas”. Nada que ver en cuanto al contenido, pero sí hay una analogía. En los viejas caravanas de artistas trashumantes, junto al muy digno montaje de obras reconocidas, solían presentarse espectáculos chuscos antes y después de las funciones, como convite y como fin de fiesta. Uno de los números era el de un payaso que asomaba la cara entre una carpilla y al que previo pago de unos duros, se le propinaban cachetadas. Simple y triste diversión, dura forma de sobrevivir y ganarse unas pesetas.
La declaración presidencial, terrible y patética, parece rebajarlo al nivel de Payaso de las Bofetadas: ¡Péguenme, pero páguenme!.
Es todo por hoy, hasta una próxima, si la hay,

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