AMLO: ¿DOLO, INGENUIDAD, CULPA, IGNORANCIA, AUTOCOMPLACENCIA, DESESPERACIÓN?
Ya
lleva un año cinco meses de gobierno y todavía el Rey de España no
se ha disculpado. Casi le terminamos el muro a Trump y lo estamos
pagando. El innombrable y los presidentes posteriores no han sido
molestados ni con el pétalo de un citatorio. La debacle económica
se presentó antes del COVID19. La violencia, la inseguridad y la
delincuencia han crecido material y espiritualmente.
DOF:
11/05/2020 ACUERDO por el que se dispone de la Fuerza Armada
permanente para llevar a cabo tareas de seguridad pública de manera
extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria.
PRIMERO.
Se ordena a la Fuerza Armada permanente a participar de manera
extraordinaria, regulada, fiscalizada subordinada y complementaria
con la Guardia Nacional en las funciones de seguridad pública a
cargo de ésta última, durante el tiempo en que dicha institución
policial desarrolla su estructura, capacidades e implantación
territorial, sin que dicha participación exceda de cinco años
contados a partir de la entrada en vigor del Decreto por el que se
reforman, adicionan y derogan diversas disposiciones de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en materia
de Guardia Nacional, publicado el 26 de marzo de 2019, en el Diario
Oficial de la Federación
El
ejército está preparado para matar, Su propósito último es
inflingir la derrota al enemigo. Su actuación toda debe estar en
función del resultado y el único resultado aceptable es la victoria
cueste lo que cueste. Los pactos, las alianzas, los armisticios no
son propios del ejército, eso es cuestión de los reyes, de los
monarcas, de los zares, de los presidentes y a veces de los
parlamentos. Un ejército que actúa bajo principios que limiten su
actuación con criterios extramilitares lleva un handicap en el
combate contra el enemigo, especialmente si combate contra un enemigo
que no tiene cortapisas en su actuación. Por eso el ejército debe
ser el último recurso y debe usarse a fondo para exterminar,
pretender usar los cuerpos militares como disuasorios o
intimidatorios terminan por exasperar a la tropa, quebrantar su
moral, provocar y alimentar una tensión y crear un caldo de cultivo
para respuestas más violentas y a menudo incontrolables. El 2 de
octubre que no se olvida es un buen ejemplo. El ejército fue
sometido a tensiones y desgastes desde su acuartelamiento luego del
26 de julio y la presión acumulada estalló en la plaza de
Tlatelolco, Al margen de todas las implicaciones políticas y
sociales, la respuesta violenta se acrecentó por su pésima
utilización previa a la tragedia del 2 de octubre.
El
presidente López Obrador, dejando a salvo, como dicen los abogados,
el buen nombre y buena fama de que goza, y dando por aceptado que se
conduce de buena fe, se encuentra atrapado en una red que el mismo se
construyó y dentro de la cual se encuentran también un grupo
importante pero sensiblemente disminuido de sus partidarios y de
otros que sin serlo, confiaron en él y se resisten a enfrentar la
distancia entre las promesas de la campaña y las realidades del
gobierno. Su campaña, valdría decir, que su vida ha sido una
campaña, estar en campaña, en combate, ha sido su modus operandi,
su modus vivendi y le rindió frutos, le condujo a su aspiración ser
presidente de la república. Estar en campaña le significó prometer
lo incumplible, ofrecer lo inalcanzable, ofrecerse como un taumaturgo
con recetas para todas las enfermedades y remedios para todos los
males. Y como el prometer no empobrece prometió, prometió,
prometió. Su paradigma sin duda es Luis Echeverría Álvarez, su
héroe de juventud, sus semejanzas son innegables aunque seguramente
para él, AMLO, serán inadmisibles. Hay muchos, pero dos libros en
particular dan cuenta de la personalidad y actuación de un personaje
populista subproducto de la Revolución Mexicana, fuente de la cual
ha abrevado López Obrador, retomando los principios de lucha
histórica de un movimiento espectacular, romántico y atractivo, con
programas y acciones para una realidad que ya no existe. Esos libros
son “El estilo personal de gobernar” de Daniel Cosío Villegas y
“Nueva guía de descarriados” de José Fuentes Mares. El primero
es un ensayo con la perspectiva de un historiador, un investigador
social y politólogo (como les dicen ahora a los que viven de hablar
de política), en que analiza las líneas generales de un gobierno a
caballo entre los principios revolucionarios y el nacimiento de una
juventud revolucionaria en otro sentido, producto de la revolución
de mayo, heredero de unas políticas autoritarias, clientelares y
populistas y encabezado por un político que Fuentes Mares describió
como: “Activísimo, locuaz, mesiánico y tarado”. Como decían
las advertencias en algunas novelas: cualquier semejanza, no es
adivinación, presentimiento o magia, sino simple y sencillamente
coincidencia, y, agrego: imitación.
López
Obrador, debe estar desesperado, y si no, es que está desquiciado. A
partir del presente año empezó a dar muestras evidentes de que su
habilidad para tejer redes, su simpatía natural, su desparpajo
estudiado, su aparente dejadez, su fingida austeridad, se estaban
volviendo contra él. Su discurso dejó de ser propositivo y crítico,
para convertirse en autocomplaciente, autojustificante y defensivo
usando el ataque como escudo. Evadió enfrentar los grupos y
movimientos que sin cuestionarlo, demandaban, por no decir que
exigían una definición del gobierno y sus “salidas graciosas”
dejaron de serlo, siendo las mismas. Las mujeres víctimas de la
violencia estructural, los ofendidos y víctimas del crimen
organizado, los empresarios maltratados selectivamente, los
burócratas afectados por recortes y los supervivientes por
disminución de prestaciones. Su cercanía con el pueblo sabio se
transformó en sana distancia, en vallas, en selección cuidadosa, su
discreto estado mayor se volvió ominosamente ostensible. Tomó para
sí y puso en práctica la divisa del innombrable: Ni los veo ni los
oigo.
La
violencia ha crecido como nunca antes. La Guardia Nacional resultó
un Frankestein, un híbrido que sacó lo peor de la Policía Federal
y del Ejército. Probablemente el diagnóstico de AMLO de que no se
podía disminuir la violencia sin cambiar las condiciones sociales
era, es, cierto, pero también es cierto que no se puede disminuir la
violencia con mas violencia.
Decía
un maestro zen, en el desierto puedes conducir tu vehículo a la
máxima velocidad, en la ciudad mas te vale respetar las señales de
tránsito.
López
Obrador si quiere sobrevivir como gobernante y sacar a flote al país
tendría que empezar por respetar las señales: las instituciones, la
ley, los factores reales de poder, los grupos sociales, escuchar a la
gente y no reunirla para hacerse escuchar.
Dos
horas diarias por lo menos las dedica a hablar, sería un buen
principio escuchar dos horas diarias.
El
Ejército en la calle no ha sido solución democrática, ha
pacificado a un costo sangriento, ha sido instrumento para las
dictaduras. Cinco años del ejército en las calles será como su
estrategia fallida contra el COVID19, aplanar la curva es alargarla.
Parafraseando
a George Santayana: El que no aprende de la historia está condenado
a repetirla.
Comentarios
Publicar un comentario