LA SEÑORA PIEDRA, PRESIDENTE ILEGÍTIMA DE LA CNDH
“Es
difícil hacer que un hombre entienda algo, cuando su salario depende
de que no lo entienda” Upton Sinclair.
Para
efectos de México además de salario puede entenderse beca, apoyo,
estímulo o pensión.
Algo
para recordar (la Constitución):
Artículo
1o. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de
los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los
tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte, así
como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá
restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las
condiciones que esta Constitución establece. Las normas relativas a
los derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta
Constitución y con los tratados internacionales de la materia
favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más
amplia.
Todas
las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la
obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos
humanos de conformidad con los principios de universalidad,
interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia,
el Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las
violaciones a los derechos humanos, en los términos que establezca
la ley.
La
señora Piedra, presidente ilegítima de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos empezó mal su espuria actuación al frente de la
CNDH. Decía Fernando Marcos, aquel legendario comentarista
deportivo: “Mal empieza la semana para el que ahorcan en lunes”.
Luego de sus desastrosas entrevistas en que exhibió no sólo su
impreparación e inexperiencia, sino su estulticia e imprudencia,
¡habrase visto mentar la soga en casa del ahorcado!, ¡preguntar si
ha habido asesinatos de periodistas a los propios periodistas, cuando
ha sido un clamor de justicia!, la señora Piedra se estrenó con una
declaración patética que podría ser patológica, a propósito de
la intención manifiesta del presidente Donald Trump de declarar
grupos terroristas extranjeros a las organizaciones criminales de
narcos que operan en nuestro país y cuya acción más reciente en
contra de ciudadanos que ostentan la doble ciudadanía,
méxico-estadounidense, fue un asesinato atroz, despreciable,
inhumano, injustificable, bestial, la señora Piedra declaró: “el
término terrorista genera estigmatización, segregación y
discriminación hacia grupos determinados, por lo cual su combate
debe guiarse bajo el apego irrestricto a los derechos humanos.”
Esa
declaración ¿es la declaración de un defensor de los Derechos
Humanos? No, desde luego, es la declaración de un burócrata
preocupado porque a su jefe (AMLO) le pusieron las peras a
veinticinco, luego de su incuria, inacción y falta de sensibilidad
ante el asesinato múltiple de la familia Le Barón. O pensará la
señora Piedra que los términos delincuente, asesino, feminicida,
secuestrador, violador, etc., derivados de un comportamiento
antisocial son estigmatizadores, segregadores, discriminadores.
¿Sabrá la señora Piedra que el término “terrorista” califica
a conductas ya no necesariamente de una facción política, sino
comportamientos que tienden a desestabilizar, sembrar la desconfianza
en el gobierno, destacar la impotencia de la acción policíaca, y en
una palabra crear terror en la población?.
La
reacción en redes sociales estigmatizando a los integrantes de la
familia Le Barón ¿no le parece a la señora Piedra que atenta
contra sus derechos fundamentales? ¿Y si, como dijo el propio AMLO,
“fuera cierto” que esa campaña de bots, trolls y fake news,
proviniera del propio gobierno, de sus fábricas de mensajes
masivos?. Una situación tan delicada, que parece comprometer lo que
llaman “soberanía nacional”, que azuza a las masas estúpidas
(lo dijo Umberto Eco) usuarias de las redes sociales, y que ahonda el
encono ante un supuesto comportamiento de los Le Barón, ¿No
ameritaría una investigación de oficio por parte de la CNDH?. ¡Por
supuesto que sí!, pero para ello se necesitarían al menos dos
cosas, que la señora Piedra conociera la ley, y que recibiera la
orden de quien la impuso.
Y
hablando de epítetos, señalamentos difamadores y adjetivos
“descalificativos” la presidente ilegítima no considerará que
las expresiones “fifís”, “conservadores”, “adversarios”,
“reaccionarios”, amén de otros tantos de similar ralea, son
estigmatizadoras, segregadoras, discriminadoras.
Los
primeros nombramientos que la usurpadora ha hecho en la CNDH, han
sido de cuates, la oficialía mayor y la secretaría general han ido
a parar a manos de morenistas cuates, cuates. Ya se sabe que una de
las características fundamentales de la 4T es la aplicación
irrestricta, no de la ley sino de aquel refrán que dice: dime de que
presumes y te diré de que adoleces. Cuando se afirma “mi fuerte no
es la venganza” ¡pónganse a temblar!. Cuando se asegura “ni
cuates ni cuotas” cuenten los incondicionales con que no los
desamparará. Cuando se sostiene “no habrá represión”, más
vale que los opositores tomen las de Villadiego.
No
deja de sorprender a un observador de la política nacional, que un
luchador de tantos años, como es el caso de AMLO, que aprendió en
el PRI muchos vicios que en su momento puso en práctica, que conoció
de injusticias, que en aras de una lucha democratizadora se unió a
un proyecto, sin duda el más importante y trascendente de auténtica
lucha por la democracia: el de Cuauhtémoc Cárdenas y compañeros,
que elaboró un proyecto espléndido de justicia, legalidad,
democracia, se haya transformado en unos pocos meses en el presidente
más autocrático de los últimos 60 años, desde Díaz Ordaz, para
ser precisos. Un presidente refractario a la crítica, proclive a los
halagos, autopromotor de su hábito de sencillez, austeridad y
humildad, con que mal disimula el culto a la personalidad, que todos
los días practica en su ejercicio de inciensación mañanera.
La
función de la CNDH que había venido desempeñando más que
aceptablemente durante varias décadas se ve ahora constreñida por
la visión obtusa del ejecutivo, que ve en las instituciones de
control del ejercicio gubernamental, enemigos para su proyecto
personal, que no de país. La imposición de una titular inepta e
incondicional hace presagiar malos tiempos para la defensa de los
derechos fundamentales y temer que se convierta en un instrumento más
de la “represión legal” que ya ha ejercido y seguirá
ejerciendo la presidencia de la república.
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